Menú
Suscripción

Ante la coyuntura desesperada de enero

  • Última actualización
    25 noviembre 2020 09:12

En abril, cuando Shanghai era Mogadiscio y el mundo vivía en estado de guerra consumido en busca de EPIs con los que frenar el asedio de la pandemia; en abril, cuando no teníamos reservas estratégicas y moríamos sin medicinas, sin respiraderos, sin camas, sin mascarillas; en abril, cuando vivíamos encerrados bajo las bombas del virus y salir a la calle era exponerse a las balas de la ruleta rusa del contagio; en abril, cuando todo era desesperación desesperada y sólo China garantizaba material sanitario y era necesario abrir vías para obtener suministros; en abril, cuando los aviones se subastaban a pie de pista, cuando los palés subían y bajaban de las bodegas en función de las pujas, cuando reinaron los piratas que pululan en todas las batallas; en abril, cuando se llegó a pedir más de un millón de euros por fletar un avión carguero y hubo que pagar las mascarillas en origen a un precio doce veces superior a lo que hoy cuestan en el Mercadona, en definitiva, en abril algunos siguieron contándonos que la logística era el problema a resolver, cuando fue una vez más la única solución efectiva y real. Lo del coste no era problema de la logística, era cuestión de la crudeza de la oferta y la demanda de los bienes de primera necesidad en un escenario propio de un conflicto bélico.

Ahora, en noviembre, cuando nos engulle la segunda ola y la logística en materia de EPIs funciona con la misma eficiencia que entonces -sólo que la demanda y la oferta de esos bienes está ya definida y acompasada por la producción-, cuando vivimos despreocupados porque las mascarillas flotan en las alcantarillas y sudamos gel hidroalcohólico, ahora, digo, nos encaminamos a un nuevo momento crítico que sólo superarán quienes trabajen con la previsión que ignoramos burdamente en los albores de 2020, esos mismos que ya están ahí para 2021 y que nos enfrentan al reto de las vacunas, claves para vivir y sobrevivir.

Por eso, hay que volverlo a advertir: si en enero volvemos a episodios como los de abril no lloremos quejándonos amargamente de que la logística no da más de sí. La logística tiene respuesta para todo. Ahora bien, habrá que ver qué preguntas se nos formulan, porque en función de ello los tiempos y los costes serán unos u otros.

En cuanto a los tiempos, la logística responderá como un clavo en cuanto los laboratorios activen la comercialización de las vacunas. Eso sí, aviso para los navegantes del “no lo vimos venir”: o en las próximas semanas se establecen medidas ambiciosas para reactivar la flota aérea y las rutas ahora mismo suspendidas se retoman, o la logística responderá pero no con los tiempos deseados.

En cuanto a los costes, la logística tiene solución para todo, pero cada cual debe hacerse responsable de los problemas que plantea. No será lo mismo transportar la vacuna de Pfizer a -85º, que la de Moderna a -20º que la de AstraZeneca a 2º/8º. En los tres casos se transportará con absoluta eficiencia pero con muy diferente coste. Ahora bien, que cada palo aguante su vela y, sobre todo, al igual que en abril, los gobiernos al principio deberán decidir si a igual eficacia deben o no deben y pueden o no pueden comprar a cualquier precio, sometidos no al imperio de la logística, que la pueden y deben prever, sino al de la oferta y la demanda.

Eso sí, cuando pase esta nueva batalla, cuando superemos el punto crítico, quien impondrá su ley será la logística. Ante vacunas igual de eficaces, igual de seguras, igual de adecuadas e igual de disponibles, se impondrá la que tenga una logística más eficiente, incluso si para ello deben languidecer innovaciones farmacéuticas tan espectaculares como las del ARN Mensajero, que aún deberán mejorar muchísimo si no quieren que la logística relegue su éxito a la mera coyuntura desesperada de enero.