Menú
Suscripción

Azucarillos

Así es, “se va diluyendo el año como un azucarillo”. Para los muy muy millennials explicaré que azucarillo es el nombre que se empleaba para referirse a unos pequeños bloquecitos de azúcar prensada (equivalentes a la ración de  una cuharadita) y que iban empaquetados en papel en raciones de uno u dos terroncitos. Evidentemente, en cuanto uno de estos bloques tocaba algo líquido se empapaba progresivamente hasta diluirse, de ahí la expresión. Hoy en día, los famosos sobrecitos de azúcar también han adoptado la misma denominación.

  • Última actualización
    06 febrero 2019 17:41

(Les puede parecer ridículo que haya hecho esta explicación, pero prueben a hacer una encuesta entre los más jóvenes sobre el maravilloso mundo del terrón de azúcar... lo fliparían, oye).

Batallitas al margen, pensaba el otro día,  al amparo de un café, en el incierto futuro que tienen los edulcorantes en un momento en el que existe una guerra abierta contra los productos procesados y refinados frente a otros que van ganando terreno por su condición de “bio”, saludable o o natural. No deja de ser curioso cómo construimos el mundo de los antónimos.

Conforme avanza el conocimiento y empiezan a prevalecer otro tipo de valores que no solo los económicos, la sociedad se prepara para ir adoptando nuevas soluciones a viejos problemas.

Hay quien piensa que todo tiempo pasado fue mejor, pero hay otros muchos que creemos que teniendo tiempo como tenemos para articular un nuevo futuro, es una frivolidad atreverse a asegurar que ya está todo hecho.

Es cada vez más necesario que nos impliquemos en el diseño del futuro que queremos. Quedarnos parados a verlas venir y derrochar energías solo para criticar y recordar cómo era ese glorioso pasado en el que nos sentíamos ¿mejor?, no es más que asumir que se ha alcanzado la vejez antes de tiempo.

Porque cada vez tengo más claro que la vejez no es solo un estadio físico, sino un estado de ánimo; porque todos los días encuentro a viejos de cuarenta años y jóvenes de ochenta y porque cada día nos topamos con oportunidades para seguir aprendiendo de las personas... por esto, y por muchos más motivos que harían interminables esta columna, vale la pena seguir creyendo en que el mejor momento es este mismo, ni el de antes ni el del futuro. Solo desde la convicción de que estamos actuando en la dirección adecuada podremos construir el futuro que deseamos.

Por suerte o por desgracia trabajamos  en un sector que, bastante más que otros, está expuesto a constantes cambios tecnológicos y normativos; una actividad que precisa adaptarse permanentemente al mercado y a las costumbres de sus usarios.

Tenemos dos opciones: pensar que el modelo tradicional es el bueno e insustituible o tener claro que es necesario subirse al carro de la nueva realidad. Yo ya me he decantado.

No es tan fácil como parece porque resulta que no todos los carros son estables y muchos de ellos no ruedan en la dirección correcta, por lo que se hace necesaria una reflexión estratégica y una toma de decisiones desde una firme convicción de adaptación y crecimiento.

No necesitamos azucarillos que maquillen la amargura, ni picante que soslaye la podredumbre, queremos vivir la realidad tal y como es y ya veremos cómo nos enfrentamos a ella.