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Cuidarnos y cuidarles

Los referentes clásicos han incrementado estos días su caída imparable. Los políticos, todos; monarquía, la única; medios de comunicación, casi todos... Qué nos queda. Quién nos guía. Quién nos protege. En tiempos de coronavirus, cuando todos parecemos gatitos bajo la tormenta… ¿en quién confiamos? Nos queda la familia, los amigos y ... los empresarios, los de verdad, los honestos, los que riegan el campo de la protección del trabajador con el sudor de su insomnio.

  • Última actualización
    26 marzo 2020 17:03

Es muy cierto que no resulta nada envidiable la misión que tienen las autoridades en estos tiempos del virus. Les han soltado un miura y han de hacerse con él como sea, con los EPIs agotados. Es cierto que era muy difícil hace unas semanas, con el toro recién salido a la arena. Pero ahora ya sabemos, o casi, por dónde y cómo cornea. Conocemos su bravura y lo criminal de sus pitones, y nuestros mandatarios siguen sin dar ni una. Han sonado ya tres avisos y sigue el bicho produciéndonos heridas de triple trayectoria: la de la salud, la de la economía y la de la moral. Parece evidente, con los servicios funerarios y los hospitales colapsados, que quizás se podría haber hecho mejor.

La misión de nuestros mandatarios es, sobre todo, por encima de todo, la de protegernos. Y no. De momento no. Por eso, los empresarios de verdad, en lo que depende de cada cual, han tenido que reforzar su rol protector. Y han visto más allá de lo que nuestros políticos vieron. Conozco muchos empresarios, y sé que su obsesión primera es la misma que debiera ser en nuestros políticos: responsabilizarse de quienes están a su cargo. Semanas antes de decretarse el estado de alarma, distintas empresas de nuestro sector ya habían mandado a sus plantillas a casa, ya les habían prohibido las reuniones multitudinarias, incluso las visitas comerciales. Directivos de pequeñas, grandes y medianas empresas tomaron medidas protectoras para su gente, cuando era una opción, no una obligación. Han forzado el teletrabajo y han matado para conseguir o inventar mascarillas, geles y guantes. Medidas especialmente costosas para las empresas, pero que a buen seguro han salvado vidas. Ante el vacío de gestión de calidad, ante la ausencia de referentes, el mundo empresarial bien entendido vuelve a situarse en la cabeza de la responsabilidad. Desde Barcelona, Valencia, Bilbao, Madrid, Taiwán o Ginebra, lo primero que han tenido en cuenta, me consta, ha sido la salud de la gente que está a su cargo. 

Los políticos del planeta están cada uno marcando un camino diferente ante un problema idéntico. La batalla del bien global parece perdida. Toca replegarse, que no retirarse. Hacernos fuertes tras tres barreras sólidas: el civismo y el sentido común de cada cual, la familia y la empresa. Los empresarios no hemos pedido ese papel.  Pero es que los políticos que debía establecer el primer rompeolas nos han fallado. Andan dando tumbos, borrachos de inutilidad. Quizás cada uno de nosotros hubiéramos hecho lo mismo. Pero también hubiéramos fallado. Ese rompeolas se construye no transmitiendo información y datos hasta no asegurase de su certeza, no decidiendo hasta no sopesar todas las opciones, y, ante la duda, pecando de prudencia y de realismo.

Lo malo para todos, en especial para nuestros mandatarios es que no hay “circo” para que nos distraigamos.  Antes el remedio a las grandes crisis era “echar” toros en la tele por la tarde, y por la noche fútbol. Ahora ni eso.

Por favor, cuídense y cuiden a su gente.