Menú
Suscripción

El sentido de sus vidas

Desde hace muchos años, demasiados diría yo, me fijo con idéntico asombro en un tipo de personaje que acompaña el devenir de los puertos. Son aquellos que han conseguido el techo de su carrera y su existencia... atacándolos.

  • Última actualización
    08 octubre 2021 00:50

Esa inquina hacia este o aquel recinto portuario se diluiría como un azucarillo si no fuera por lo que les anima hasta el infinito y más allá: los medios de comunicación. Meterse con los puertos es sencillo. Son grandes desconocidos, y ya sabemos que el español tiende a despreciar cuanto ignora. Además, los recintos portuarios suelen activar una defensa lenta y torpe, ya que quedan aturdidos ante la rotunda sinrazón de que los beneficiarios de su esfuerzo y su éxito sean los que les insultan, basándose, además, en grotescas mentiras.

Es infinito el arsenal que manejan estos especialistas del megáfono, la pancarta y la mala baba hablada o escrita. No necesitan del dato ni de la realidad para armar su mensaje. Necesitan la idea: el puerto es el centro de todos los males, contamina cielo mar y tierra, asfixia a los viejos, mata a los niños y hace que el equipo local no vaya bien. Los datos se tendrán en cuenta siempre que alimenten su criterio previamente concebido. Que sean o no sean ciertos carece totalmente de importancia. Su arsenal de ataque es más amplio que la propia imaginación, carece de límites porque la mentira no los tiene. Pero, además, no solo se basan en el presente o en las elucubraciones de futuro. Pueden sondear el pasado lejano o muy lejano, para lanzar supuestos errores anteriores a los mandatarios actuales, aunque no hubieran nacido cuando se construyó ese dique o se desvió aquel río. ¿Qué les motiva a estos “haters”, muy pocos, pero muy ruidosos, para este intenso esfuerzo? Son muchas las prebendas que obtienen por ese trabajo. Algunos son profesionales del ataque y el desprestigio, muy bien pagados o subvencionados, por retorcidos intereses empresariales o políticos. Otros no reciben retribución directa, que se sepa, pero sí consiguen algo que en toda su vida han conseguido, por muy conseller, consejero, periodista, concejal, o presidente de asociación cultural que se sea: salir en los medios día sí y día también. Al otro lado de la ecuación están precisamente ellos, los periodistas o similares, que tampoco habían conseguido jamás que nadie se supiera sus nombres, hasta que han empezado a dar pábulo a los anti puertos. Y les dan pábulo cambiando una coma, usando un término en lugar de otro, retorciendo el mensaje, generalizando o minimizando, en definitiva: mintiendo o distorsionando. 

Nosotros seguimos trabajando y viviendo por y para la verdad de este gran sector. Sabiendo que, por suerte, estos “odiadores” se irán, y que, por desgracia, vendrán otros en busca de su ración de efímera notoriedad, a costa de atacar y poner en peligro el progreso sostenible.

Son especialmente peligrosos cuando manejan los genéricos. “Ecologistas y vecinos en contra...” Miren por donde, una de las demandas más repetidas de esta tribu de periodistas, políticos y derivados, es la de la transparencia. Me consta que a quienes se la piden, la tienen a raudales. Cualquiera puede saber lo que quiera de cualquier puerto. Pero los que la solicitan... no son transparentes. Si uno es presidente de una asociación de vecinos de un barrio, para decir que es representante de los vecinos del barrio, antes debería dejar claro, con decimales, cuántos socios hay en su asociación, cuántas asociaciones de vecinos y cuántos habitantes hay en el barrio. Así sabríamos realmente a quién representa el del megáfono. Cuando el periodista indica “vecinos y asociaciones ecologistas se manifiestan en contra del puerto...” no estaría de más que dijeran que en la manifestación estaban los veinte respetables irrespetuosos de siempre. Y que, si allí había cientos de asociaciones representadas, más que asistentes... que nos lo expliquen.

Dentro de estos señores, que se les conoce por sus ataques al puerto y solo por eso, hay dos tipos: los caducos y los perennes, periodistas y políticos. Los primeros se suelen cansar del tema, cogen otra linde y se olvidan del puerto. A los segundos, las urnas les acaban devolviendo a su anonimato. Nosotros seguimos trabajando y viviendo por y para la verdad de este gran sector. Sabiendo que, por suerte, estos “odiadores” se irán, y que, por desgracia, vendrán otros en busca de su ración de efímera notoriedad, a costa de atacar y poner en peligro el progreso sostenible. Paciencia.