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La unidad posible

Estos días hemos visto, escrito y leído, cómo los puertos de la Comunitat Valenciana irán de la mano, bajo el paraguas de la Generalitat, al Salón Internacional de la Logística. Por un lado, es muy plausible, muy santo y muy sabio, eso de colaborar puntualmente entre puertos vecinos.

  • Última actualización
    26 enero 2018 00:00

Por otro lado, cada noticia de estas, cada palabra dedicada a explicar acciones conjuntas en busca del bien común, debería hacernos reflexionar sobre lo poco, muy poco, que colaboramos. Eso ocurre en muchas facetas de la vida profesional y personal de todo el mundo, pero en el sector logístico que, por definición, es o debe ser pura colaboración, llama más la atención lo mucho que queda por hacer en unidad de acción y optimización de recursos, sobre todo en el apartado portuario y aeroportuario. Para despachar este segundo apartado, concluyamos que, si fuéramos sensatos y colaborativos, que no lo somos, sobrarían la mitad de nuestros aeropuertos. Con lo que cuestan estas infraestructuras, y, sobre todo, con lo que cuesta mantenerlas, se podrían crear lanzaderas ferroviarias directas y rápidas, para mercancías y pasajeros, con los principales nodos aeroportuarios. Bastaría con que el estado cambiara política por sensatez, un aeropuerto en cada ciudad por un buen servicio en todas. Porque ¿para qué sirve tener aeropuerto en todas partes, si todos han de ir a morir, en la mayoría de casos, a Barcelona o Madrid? Coger un tren de alta velocidad que te dejara directamente en los grandes aeropuertos donde conectar con vuelos directos, sería más cómodo, sensato y barato. Ya sé que suena raro y que lo que vende y consigue votos es eso de tener cada cual su aeropuerto, con sus pistas, con sus torres de control, sus salas de espera, tan monas... sin que desanime el tonto detalle de que no haya aviones, ni vuelos directos a casi ningún sitio. En los puertos, si volvemos aplicar la misma fórmula de quitar política y añadir sensatez, sin entrar en la cantidad de terminales infrautilizadas que existen, la colaboración entre enclaves, mediante la especialización en tráficos y/o servicios es una idea que tiene el techo especialmente alto. Ir juntos a un stand de feria está bien, pero, como digo, ha de servir también para ubicar sobre la mesa, de forma permanente, la necesidad de estudiar constantemente nuevas fórmulas de colaboración. El progreso, muchas veces, está más en un apretón de manos con la competencia, que con un cliente. Aspiran los enclaves portuarios a la gestión empresarial pura, aunque todavía quede mucho camino que recorrer. Si es realmente así, no pueden hacer otra cosa que fijarse en lo que hacen las navieras, tan grandes o más que los más grandes puertos. Las navieras son rivales, competencia y casi enemigas hoy, para convertirse en aliadas mañana. Para los clientes se convierten en una unidad de oferta, sin que al mercado le importe quién tiene más acciones o qué nombre sobrevive. Si en los puertos importara sólo dar el mejor servicio a la zona de influencia y luego generar el mayor número de puestos de trabajo y progreso, cada puerto tendría dos vertientes, la de servicio local y la de servidumbre global. Tú mueves contenedores, yo graneles, tú te especializas en Estados Unidos y yo en Asia. Optimizamos todos las inversiones, somos más competitivos y ganamos todos. Y no pienso sólo en la Comunitat Valenciana. Podríamos empezar por el Mediterráneo español. Si nos dejara la política, claro.