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La Misión y la misión

Nos ha causado especial consternación la determinación del Gobierno de España de no permitir la presencia "institucional" en la Misión empresarial del Puerto de Barcelona a Argentina y Uruguay. Vivimos absortos y mudos y casi de rodillas, que diría Bécquer, la situación en Catalunya, pero esto de que se haya intentado parar la Misión Empresarial nos ha sobrepasado, otra vez, y ya van unas cuantas.

  • Última actualización
    10 noviembre 2017 00:00

La clave de este total despropósito vuelve a ser la misma de siempre: creer que los otros son malos malísimos o lo peor de lo peor, con los que, por tanto, no se puede ni hablar. La realidad es que para hablar con quien consideramos el problema o el enemigo hace falta valor. No hacerlo, por muchas excusas que se pongan, es un acto de pura cobardía. En el caso de la Misión empresarial del Puerto de Barcelona hubiera sido deseable una conversación entre los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores y los de la APB, para tratar de establecer un pacto entre caballeros para que la misión empresarial fuera eso: empresarial. Debo de seguir siendo un pobre ingenuo, pero creo que hubiera sido perfectamente posible. Para un pacto entre caballeros tan sólo hacen falta dos cosas: algo sobre lo que pactar... y caballeros. En la Autoridad Portuaria de Barcelona me consta que prima, sobre cualquier otra cosa, el bien de las empresas y los trabajadores a los que sirve ese Puerto. Además, sus directivos son gente especialmente seria, verdaderos caballeros. Por tanto, se me antoja muy fácil el pacto. Si no se ha hecho debe ser porque en el lado de Asuntos Exteriores o falta sintonía de objetivos o faltan caballeros. Está claro que la misión del Gobierno de España ha de ser el progreso de todos sus ciudadanos. Por tanto, no parece aceptable que obstaculicen una Misión que tiene como objetivo la apertura de nuevos mercados, el desarrollo empresarial y logístico, el aumento de la competitividad de las empresas y la creación de empleo. Si además sumamos a esto que la iniciativa se has costeado en buena parte con dinero privado, el despropósito es mayor todavía. La gestión de la APB es empresarial, no política. Nos consta. Como tal, entiende el papel primordial de las empresas en este tipo de iniciativas comerciales. Las empresas también lo saben, y por eso van a seguir adelante con una iniciativa que sin duda será un éxito, contra viento y marea. Las autoridades portuarias, en la actualidad, se perciben como un aliado de las empresas logísticas, un miembro más de la comunidad empresarial. Otras esferas "superiores", en cuanto se dejan influir demasiado por la política, dejan de ser los colaboradores que han de ser para convertirse en obstáculos, como en el caso que nos ocupa. Debe aprender el sector logístico, de este enésimo ejemplo de dañina injerencia política en nuestro mundo. Tomar nota. Piense el amigo lector quién necesita a quién para abrir puertas en los mercados exteriores, los logísticos a los políticos o viceversa. Sería genial que pudieran ir juntos políticos y empresarios a defender intereses comunes. Si la colaboración no es posible, no hay duda de que abrirán menos puertas los políticos sin los logísticos que viceversa. Lo malo es cuando la política cercena un miembro de la Comunidad Logística, la APB en este caso. Ahí se produce una debilitación relativa de la Misión Empresarial y un fracaso absoluto de la misión del Gobierno.