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Este moribundo cristo...

El sector del transporte por carretera se debate ahora mismo en España entre la tiranía, el victimismo y la incompetencia, que son los tres clichés que cada una de las partes en liza se arrojan a la cara sin reparar en las vigas que rebosan de los ojos propios.

  • Última actualización
    16 abril 2019 16:59

Estamos sumidos en un diálogo de sordos donde cínicos, llorones y pusilánimes se lanzan los trastos indignados sin capacidad alguna de entendimiento.

Los llamamientos bienintencionados a la concordia son sepultados de inmediato por ancestrales susceptibilidades que retroalimentan los discursos del egoísmo, el agravio y el mirar para otro lado, mientras cunde una tristeza densa y resignada, una melancolía paralizadora y enquistada que parasita el entusiasmo del emprendimiento y situa al transporte por carretera en un limbo sin mañana, en una poza estancada de cieno.

No es cuestión de repartir carnés de la verdad, de otorgar razones y sinrazones desde púlpitos infalibles, pero lo que está claro es que España no puede permitirse este bloqueo. Por eso, más que acusar, lo que corresponde en este momento es exigir responsabilidades y, sobre todo, que se ejerzan.

Y miren ustedes por donde, en esta película, con las 44 toneladas como starring principal, por mucho que en ocasiones me duela reconocerlo, entiendo a los cargadores, entiendo sus exigencias, sus planteamientos y sus miserias porque, además, seamos sinceros, por mucho que, yo el primero, nos rasguemos las vestiduras, en todos los ámbitos, sean de la logística en particular o de la economía en general, el verbo que se impone es el de “asfixiar”, en esa cara B del capitalismo lobuna y carroñera.

Y, por supuestísimo, entiendo a los transportistas, por vez primera en su vida con un clavo ardiendo al que agarrarse para hacerse fuertes, con un pilar en el que enrocarse y ver si así consiguen solventar mediante el chantaje, sí, el chantaje, así de claro, todos y cada uno de los abusos, sí, así de claro también, que históricamente vienen padeciendo.

Surge aquí entonces la necesidad de hablar de la tercera pata, la cobarde y ventajista, la carente de liderazgo, la abrumada por las buenas razones que encuentra en cada una de las partes en conflicto y es incapaz de mojarse por no quemarse en estos convulsos e interminables tiempos electorales. Es la única que no entiendo, es la única que no comprendo, es la única que apela a la responsabilidad y nos tima al hacernos creer que la ejerce en un falaz compadreo aterrador, pues llego a pensar que es veraz lo del “secuestro del legislador”.

Hablo de la Administración, hablo del Ministerio de Fomento, hablo de la Dirección General de Transporte Terrestre, acomodada en ese balcón pascual de mantillas y peinetas, contritos en gominas y seda, valientes incluso a la hora de romper el silencio con saetas, pero ni más ni menos que espectadores de lujo de la procesión y su pasión, pues el peso y la penitencia les duele a los otros.

Señores de Fomento: dejen de disfrutar con el espectáculo, bajen a la calle y tengan el valor de cargar sobre sus hombros este moribundo cristo de la carretera. Ustedes no tienen derecho a levantar los brazos y a rehuir cualquier responsabilidad porque transportistas y cargadores no llegan a un acuerdo. Así cualquiera. Ustedes están para defender y proteger a todos los ciudadanos, que nos merecemos unos cargadores y unos transportistas competitivos. No podemos seguir esperando milagros.

Ustedes deben tirar por la calle de en medio y acabar con los debates. Su responsabilidad es actuar y, como no se lo van a dar hecho, intentar acertar por el bien de España. ¿Que es un riesgo? Asúmanlo o váyanse a su casa. Cualquier cosa menos seguir escurriendo el bulto.