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In your shoes

Hace hoy exactamente un mes, con el título “Un año de zozobra”, mi artículo de este espacio se centraba en la incertidumbre que estaba reinando en este inicio del ejercicio en el sector logístico. Una intranquilidad derivada, entre otros aspectos, de la inestabilidad del sector del transporte terrestre de contenedores. Les decía hace exactamente cuatro semanas que una espada de Damocles pendía sobre las cabezas del sector en forma de huelga. Y menos de un mes después, ese pronóstico se tornaba en realidad en el Puerto de Barcelona.

  • Última actualización
    15 marzo 2019 13:47

Como ya saben todos ustedes, la semana pasada el transporte terrestre de contenedores del Puerto de Barcelona estuvo inoperativo, toda la semana los autónomos y buena parte de ella también las empresas. Pese a que habrá quien no esté de acuerdo conmigo, les aseguro que si se hubieran preocupado de bajar a pie de muelle, donde se concentraban los autónomos, a hablar con ellos de su situación, aunque solo sea a nivel humano –dejemos al lado los negocios–, hubieran entendido el punto de vista de estos trabajadores.

Es bien cierto que al resto de la comunidad logística este paro les ha fastidiado de una manera o de otra, en mayor o en menor medida, y también lo es que siempre es mejor agotar todas las vías de negociación posibles. Pero también hay que entender que en una cadena los problemas van pasando de un eslabón a otro y, si no se resuelven, acaban llegando todos al mismo punto,  al último. Y muchas veces este último es, también, el que menos fuerza tiene para presionar.

Se puede discutir sobre las demandas del sector del transporte terrestre de contenedores y estar de acuerdo o no respecto a su idoneidad. Pero creo mucho de lo que los transportistas piden en este caso es de justicia dárselo. Y no solo a los autónomos, porque también las empresas coinciden en las demandas –aunque finalmente optaran por volver al tajo–.

Hay cosas que podrían estar superadas hace tiempo. Que el transportista aumente el precio de un servicio si se dispara el precio del gasóleo es algo muy lógico, igual que lo hacen las navieras. Y, seamos francos, enviar a un cargador un contenedor que no es adecuado para la carga que debe llevar y pretender, una vez que el cliente lo devuelve, que el transportista sea quien cargue con los costes de transportar la caja de ida y de vuelta tampoco sería de justicia. Ni el cargador ni el transportista son aquí los responsables de nada.

Algunas voces sabias en esto del transporte terrestre de contenedores predecían, justo antes de iniciarse el paro, que esta vez no iba a haber mucha negociación por parte del resto de integrantes de la comunidad portuaria. Que había la sensación de que se iba a echar un pulso al transporte. Y, al menos hasta el viernes por la tarde, esto resultó totalmente cierto. Excepto el diálogo mantenido entre los transportistas autónomos y las empresas, durante toda una semana de paro solo se realizó una reunión, la convocada el martes a última hora por la Generalitat y en la que además de los protagonistas del paro también estuvo presente la autoridad portuaria. No parece mucho para una semana sin transporte en un puerto del calibre del de Barcelona.

Hoy, si nada ni nadie frena este sinsentido, la ciudad de Barcelona se enterará de lo que pasa en el puerto porque, otra cosa curiosa, durante todos los días de paro fuera del recinto portuario parece que nadie se ha enterado de que no se transporta carga en el Puerto de Barcelona. Hasta que vayas a comprarte unas bambas y en la tienda (o Amazon) te digan que el pedido no les ha llegado.