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Los responsables y las irresponsabilidades

El otro día, en un encuentro sobre RSC al que me convocó como ponente un medio de comunicación generalista, pude constatar, una vez más, que el fango burocrático-político es mucho más profundo y espeso de lo que creemos. Como arenas movedizas. Pobre del que caiga en él.

  • Última actualización
    17 diciembre 2020 18:11

Un sencillo ejemplo se expuso en esa reunión, ante la representante de la administración autonómica. Se reconoció que hay gente sin casa y casas sin gente. Y, según reconoció la propia administración autonómica… seguimos con la gente sin casa y con las casas vacías pese a que sus dueños están dispuestos a cederlas… porque el papeleo administrativo no lo permite.

Esto no tan conocido se suma a los casos que cualquiera de nuestros lectores seguro tiene en la cabeza. Por ejemplo: empresarios que han comprado un solar y están dispuestos a empezar una obra y dar trabajo durante varios años a decenas de profesionales. Y pasan los meses y los años y el empresario no puede empezar la obra ni dar trabajo… por la eternización del trámite burocrático.

El viejo enfrentamiento entre la política y la gestión puramente empresarial parece estar estos días más de actualidad que nunca. Hasta el punto de que no me extrañaría vivir, en breve, algún estridente pitido de la olla a presión en que se ha convertido la gestión de los puertos en nuestro país.

El peso de la señora política y su amiga la burocracia amenaza con paralizar presente y futuro de ese tesoro mal aprovechado que es la logística portuaria.

Se multiplican las quejas, en cantidad y en intensidad, en público y, sobre todo, en privado, sobre lo casi imposible que resulta llevar a cabo las ideas y proyectos de futuro que se trazan en las distintas autoridades portuarias. Y sí, ya sé que esto ha pasado siempre, pero no con tanta intensidad y con las consecuencias que esa intensidad puede llegar a tener.

Se habrán perdido miles de puestos de trabajo, buena parte de ellos destinados a los vecinos de la zona. Y oiremos eso de “¿ven como no pasa nada sin ZAL ni ampliación? Lo que hay que hacer es sacar de la miseria a los vecinos de la zona”

Con la situación como está, pueden pasar tres cosas, que lo que algunos dicen y muchos piensan se vaya quedando en un susurro para pasar al fino zumbido del sueño de los justos, adocenando así a los más díscolos. Que los menos conformistas no se dejen adocenar y acaben tirando la toalla y marchando a otros lares donde aplicar su inquietud de progreso. O que las cosas cambien.

La tercera opción parece más que remota porque la metástasis de la política mal entendida está gangrenando no solo los grandes proyectos de futuro sino, lo que es más importante, las ganas de trazar nuevas inversiones a largo plazo. Poco se puede pensar en el futuro cuando los que tienen que apoyarlo son cada vez más cortoplacistas.

Los puertos se planifican a 10 ó 20 años vista. Los políticos pasan del capullo a la mariposa, ida y vuelta, en periodos de cuatro años. Así, es complicado sintonizar los relojes. Así se corre el riesgo de bloqueo de las obras portuarias, hasta que alguien se haga responsable de la mucha repercusión que tienen sobre el territorio, tanto si se hacen como si no se hacen.

Dentro de 30 años es perfectamente posible que en lugar de la ZAL siga habiendo un solar y que en lugar de la nueva terminal haya otro solar, de agua. Se habrán perdido miles de puestos de trabajo, buena parte de ellos destinados a los vecinos de la zona. Y oiremos eso de “¿ven como no pasa nada sin ZAL ni ampliación? Lo que hay que hacer es sacar de la miseria a los vecinos de la zona”. Tomemos nota de los responsables. Y de sus irresponsabilidades.