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Quien juega con fuego...

El fuego purifica, o eso es al menos lo que los valencianos tenemos en mente cuando nos da por quemarlo todo, a golpe de estruendo, color y algarabía. Es precisamente esa justificación la que nos lleva a pensar que existen los puntos de inflexión (de los que soy un firme defensor) y que siempre es un buen momento para comenzar, otra vez.

  • Última actualización
    13 marzo 2019 17:06

La realidad es terca y se empeña en situarnos, cada 365 días más o menos, en el mismo punto de partida. Pero las personas somos todavía más complejas y ante nuevas situaciones generamos otros retos, diferentes, pero retos al fin y al cabo.

Las fallas tienen mucho de ritual pagano, de fiesta de la primavera o de celebración de San José (cada uno elige sus motivaciones, por supuesto), pero en el fondo subyace la necesidad del ser humano de enfrentarse a sus propios miedos y de pasar página cuanto antes.

Cada estruendo, cada petardo, es un golpe en el pecho que nos anima a despertar del letargo. Cada crítica social, cada escena fallera, es un recordatorio inanimado de lo que ha sido el año y un anticipo de lo que no queremos ver más.

Está bien eso de tomarse las cosas con alegría y afrontar los cambios con energía. El enfado perenne provoca úlceras y retiene en el interior lo peor de cada uno, por lo que es necesario que al tiempo practiquemos el sano ejercicio de revisar y purgar.

Nuestro sector logístico tiene argumentos, anécdotas, personajes y actualidad como para articular una falla, no ya de Categoría Especial (que son las más grandes y caras), sino de las de “fuera de concurso”.

Traten de imaginar por unos momentos la composición de su falla particular: todos aquellos momentos que no quieren repetir, esas personas de sociabilidad compleja, ese cliente de argumentos difíciles, ese jefe con criterios divergentes ... no se olviden tampoco de incluir algún cariñoso recuerdo (que también los hay) de algo o de alguien. Mezclen todos los ingredientes, tiren de ironía y verán qué monumento más chulo.

Y vamos con la falla logística: cojan ustedes la inacabada reforma de la estiba, el anteproyecto de la ley antifraude, las eternas incursiones de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, la ROTT, el Real Decreto de Consignatarios... en fin, todas aquellas cosas que de alguna forma han marcado el año, para bien o para mal. Sumen a las personas, personajes y pseudo personajillos; añadan alguna anécdota graciosa, aderecen con el momento socio-político local, nacional y global y remuevan.

Con el resultado final a la vista de todos, organicen un fiestón de narices, a ser posible de varios días y al final prendan fuego a todo lo que han hecho.

No tenemos muy claro eso de la purificación, pero les aseguro que el cuerpo se queda de lo más relajado, por no hablar del espíritu... que lo dejamos cargadito para afrontar otro ciclo de 365 días.

Dejando a un lado la guasa, quizás es momento de reflexionar y tratar de comprender los elementos que han hecho que el camino hasta llegar al momento actual haya sido más o menos sinuoso. Es tiempo de pensar porque es ahora cuando nos van a pedir que opinemos y es necesario que lo hagamos con responsabilidad.

Hagan su falla, quemen lo que quieran, disfruten cuanto puedan de la vida y traten de prepararse ante los nuevos ciclos. Hay quien se quema jugando con fuego, efectivamente, pero también existe el que nunca se quemará, ni se mojará, porque es lo más fácil... y anodino, claro.