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Orgullo de pertenencia, orgullo de aportación

La logística nunca caló en la sociedad de la mano de sus grandes impulsores. Ya fueran innovadores, ya fueran emprendedores, la historia no reserva grandes lugares en el imaginario colectivo para ellos, tal vez porque el enganche con el pueblo llano fueron siempre esos colectivos rudos y esforzados, afanados en tareas pesadas y costosas que el valor que encontraban en la logística eran sus ajustados salarios y un discurso sentimental y emocionado que apenas iba más allá de su círculo íntimo.

  • Última actualización
    10 noviembre 2020 17:03

Marinos, estibadores, ferroviarios o conductores han sido a lo largo de la historia la voz preponderante de una actividad que siempre fue oscura, tal vez por la complejidad del comercio, tal vez por elitismo y desconexión de quien lo dominaba, tal vez porque históricamente los bienes más transportados eran precisamente eso, graneles o mercancía a granel en sus múltiples manifestaciones y usos, oscuros en sus diferentes facetas.

Este peso de la vertiente laboral sobre la vertiente empresarial en cuanto a calado social no ha cejado ni siquiera en el siglo XXI, hasta el punto de que la gente sigue descubriendo las múltiples caras de la logística de la mano de los grandes huelgas y movilizaciones. Tenemos el caso de los estibadores desde 2017, el del transporte de mercancías por carretera en 2008 o el de la famosa huelga de controladores, en un sector este el del aéreo por cierto que fue el único desde su origen en situar a sus trabajadores de partida en otro nivel de reconocimiento a nivel social, tal vez porque volar sigue siendo algo inexplicable.

Esta lucha por el reconocimiento ha dado muchas vueltas a la tortilla, hasta el punto de que hace décadas colectivos como los estibadores luchaban por lo que entonces se llamaban derechos y hoy luchan por no perder lo que ahora se llaman privilegios, poniendo en cuestión lo que en distintas facetas de la historia ha comportado como decíamos el saberse marino, estibador, ferroviario, piloto de avión o conductor, tarea esta última por cierto que habrá perdido parte de su dureza con los años, si bien los nuevos hábitos sociales han agrandado la brecha a la hora de ser una actividad apetecida.

Es curioso que la precariedad no termina de desaparecer en el germen de los nuevos usos logísticos y el mejor ejemplo son esos riders al calor del e-commerce que ponen de manifiesto que aún queda mucho por hacer en determinados campos, dentro de un sector que habrá dejado de demandar de forma masiva mano de obra en puertos o ferrocarriles, pero que ha visto multiplicarse la demanda en campos como los almacenes o la distribución, pues la globalización de la economía no ha hecho más que multiplicar el papel decisivo de la logística.

Se enfrenta en este sentido el sector al reto de ser apetecible y apetecido, en todos sus ámbitos y niveles, en todas sus tareas y perfiles, ya sea a pie de muelle, ya sea desde un ordenador, todo ello sin obviar que hay muchas razones para pensar que esto de la logística ya no es una cuestión de mercaderes, aunque el comercio lo dominen grandes players, ni tampoco es la mera salida desesperada de quienes buscan sustento.

Es un sector, además, que es mucho más que un simple instrumento. Es un sector que en estos difíciles tiempos ha demostrado un papel que, además de indispensable, genera orgullo de pertenencia y orgullo de aportación de valor a la sociedad, muy por encima del orgullo de clase al que lo condenaran en sus inicios y sobre el que algunos, por cierto, intentan desgraciadamente seguir construyendo.