Menú
Suscripción

Preguntas trampa

La vida está llena de preguntas trampa.  Siempre hay una tía abuela aviesa y traidora que nos lanza a la cara la primera de todas en nuestra más tierna infancia: “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?”, pero es que a partir de ahí es ya un no parar.

  • Última actualización
    04 diciembre 2018 17:02

Me gusta especialmente aquella de: “¿Qué harías si te quedara tan sólo un día de vida?”, toda una declaración de principios absolutamente invalidada por el hecho de pretender fabular un futurible sin la losa psicológica que comportaría el saber que verdaderamente nos queda sólo un día de vida.

Más allá de que para esta pregunta no hay una respuesta ni correcta ni equivocada -para eso es una pregunta trampa- tal vez podríamos hacer con la gente varios grupos según sus respuestas: uno podría ser, por ejemplo, el de aquellos que intentarían hacer en ese día todo o parte de lo que les quedara por hacer en la vida; otro, el de los que emplearían la jornada simplemente en despedirse de sus seres queridos; otro, el de quienes no harían nada diferente y no le dirían nada a nadie para ahorrarse el drama... En fin, el ser humano.

Ahora bien, toda trampa puede entramparse, todo nudo puede anudarse y toda madeja puede liarse. Es decir, vamos a darle a esto una vuelta de tuerca.  Reformulemos la pregunta: “¿Qué harías si pudiera ser que te quedara tan sólo un día de vida?”, es decir, que existiera una posibilidad real de que sólo te quedara un día y que fuera tan real como que a la vez es una posibilidad. ¿Cómo lo ven? Tienen aún más dudas, ¿eh?

¿Qué harían? ¿Correrían como si no hubiera un mañana? ¿Acelerarían pero sólo un poquito y sin perder la cabeza? ¿Seguirían para adelante como si nada, al fin y al cabo, “de algo tenemos que morir pero vete tú a saber realmente cuándo”? ¿Se fijarían prioridades? ¿Se rendirían al corto plazo? ¿Renunciarían a los grandes sueños pendientes? ¿Seguirían luchando como si nada y sin perder ni un ápice de la ambición? Incluso, ¿se sentirían desanimados y se rendirían a la espera de que cayera la guillotina?

Insisto. No suden demasiado en busca de la mejor respuesta. Los pesimistas lo tienen claro: hagan lo que hagan, se equivocarían; ídem, los optimistas: hagan lo que hagan acertarían.

¿Qué dicen? ¿Que es una pérdida de tiempo pensar en estas cosas? Ya... ¿Que esto nunca pasa? Claro... Pues que se lo digan al Gobierno y al Ministerio de Fomento, que no sólo tienen que pensar qué harían si pudiera ser que les quedara sólo un día de legislatura, sino que todas las mañanas se enfrentan a ese día y se dicen “qué hago hoy”, con la certeza de que, a lo mejor, al minuto siguiente don Pedro dice: “Y hasta aquí”.

Desde fuera, la elección de Fomento parece más bien la senda de aquellos estoicos que siguen su marcha y, cuando el cielo se derrumbe, se ha derrumbado y a donde hayamos llegado, pues eso, hemos llegado. Es decir, prisas, ninguna. Urgencias, quita quita, que me estresas.

La última es que el sector de la carretera anuncia un paro patronal para el mes de enero y, ya se lo figuran, para qué correr: se cita al Comité para un mes después. En Fomento se dirán: si llevamos 30 años sin resolver los males del sector, como para pretender en una semana hallar la solución. Mejor ir con calma, pies de plomo y, si no resolvemos nada, pues eso, seguiremos en la media de los ministros pasados, no mejor, pero tampoco peor.

Ídem con el tema de la estiba. ¿Precipitarse ante tanta complejidad y luego errar? No, mejor ir con calma para asegurar y, si don Pedro convoca elecciones, turno pasa. No habremos acertado,  pero tampoco nos habremos equivocado. No hay otra ante tanta pregunta trampa, ya se sabe...

.