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QUO VADIS...

Este Suricata, tras muchos años paseando el pescuezo por foros, congresos y seminarios, no es que sea muy partidario de eso que se viene a denominar “jornadas río”, más bien al contrario. Ese modelo de evento en el que decenas y decenas de ponentes se desbordan de manera diabólica por las costuras de una escaleta atiborrada de temas, enfoques y perfiles y abrumadora por multiplicar la calidad en base a la cantidad, suele ser un alud ingobernable repleto de altibajos en el que a menudo fracasan las infladas expectativas de los asistentes a fuerza de tedio y unos tiempos que saltan por los aires sin que a veces ni siquiera alguien se moleste en sacrificar el sacrosanto café.

  • Última actualización
    11 diciembre 2018 16:59

Hay reconocidos expertos sectoriales en explotar hasta la extenuación este enfoque precisamente en un ámbito como el ferroviario donde, por cierto, hace unos días este Suricata tuvo la grata sorpresa de ver cómo este modelo de jornada sí puede ser un éxito si, pese a cierto sacrificio en los contenidos, se fijan unas reglas claras, incluso leoninas, pero que a veces no son más que principios básicos de todo evento: concisión en las exposiciones, firmeza en la moderación, disciplina en los ponentes y un auditorio con feedback y repleto de miradas exigentes.

Así fue el caso de la jornada “Quo Vadis Mercancías”, donde, todo hay que decirlo, una vez más quien no estuvo a la altura fue la Administración, con una directora general de Transportes balbuciente y bloqueada durante casi un minuto porque tras tres folios de plano discurso reparó en que la impresora le había jugado una mala pasada y no se habían impreso las páginas restantes. Es lo que tiene que, diez minutos antes, tu superior te ceda el honor de inaugurar unas jornadas y que el espíritu de la mentora Librero siga en la casa, es decir, mucha palabrería leída de corrido para no querer decir nada.