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¿A quién le importa?

El entrenador de fútbol Joaquín Caparrós soltó hace años una de esas perlas que el vulgo adopta casi al instante, al afirmar que (con perdón de la expresión) “en el fútbol se pasa de puta a monja en cinco minutos”. Perfectamente podía haber empleado la conocida expresión “de héroe a villano”, intercambiando en este caso los términos para dar sentido a su boutade, aunque de haberlo hecho así, no estaría yo aquí citando al de Utrera  como quien copia y pega una máxima de Francois de La Rochefoucauld arrancada  de un dietario de mesa Myrga.

  • Última actualización
    29 junio 2020 10:55

La ocurrencia de Joaquín Caparrós me de pie a hacer una breve reflexión sobre la imagen del transporte de mercancías por carretera en nuestra sociedad, especialmente revalorizado como servicio esencial durante la crisis del Covid-19, pero que en cuestión de semanas puede diluirse hasta la insignificancia o incluso revertirse hasta la animosidad por parte de esa misma sociedad. De héroe a villano en un sólo acto: la huelga. 

El caso es que el empeño del sector del transporte de mercancías por carretera por mejorar su reputación  viene de largo.  La última evidencia data del 15 de marzo, cuando a las 20.00 horas del primer día del estado de alarma los aplausos dirigidos al personal sanitario comenzaron a resonar desde los balcones españoles y la CETM se apresuró a lanzar en sus redes sociales la campaña #somosimprescindibles como reivindicación de que “Ellos  (los transportistas) también merecen nuestro aplauso. Una y mil veces. Gracias”.

El transporte de mercancías por carretera siempre ha sido considerado un sector especialmente reivindicativo. No le faltan razones. Por su propia naturaleza y complejidad. Por estar sometido a una prolija y cambiante normativa. Por la incomprensión de la opinión pública. Por la displicencia con la que ha sido tratado desde las instituciones públicas, como quedó demostrado con el silencio mostrado por el  Ministerio de Transportes tras su última reunión con la CNTC. Por su dependencia de los precios del combustible. Por la existencia de otros lobbies, tanto medioambientales como de industrias cargadoras con mayor peso e influencia social, política y económica. Por estas y tantas otras gotas de agua, que de tarde en tarde colman el vaso de su paciencia...el transporte de mercancías  por carretera ha vuelto a decir basta y amaga ahora con una huelga, que de llevarse a cabo volverá en su contra a la misma sociedad que meses  antes salió a los balcones a aplaudirles.

Los poderes públicos ordenan sus prioridades atendiendo a la satisfacción de un pretendido bien común en cuya ecuación el transporte tiene un papel meramente instrumental

Somos rehenes de nuestra mala y selectiva memoria. Olvidamos pronto los favores ajenos y somos inmisericordes con quienes  nos molestan. No nos acordamos de quien condujo de noche, el sueño agarrado al volante, para llevarnos los alimentos al supermercado, y maldecimos a los transportistas que entorpecen nuestra cómoda velocidad de crucero en las autovías. Queremos que trabajen para nosotros, pero que sean invisibles... 

Los poderes públicos lo saben y ordenan sus prioridades atendiendo a la satisfacción de un pretendido bien común en cuya ecuación el transporte tiene un papel meramente instrumental, como se ha visto en la ampliación de la Masa Máxima Autorizada (MMA) de los camiones hasta las 44 toneladas.  

Llegados a este punto, ¿es la huelga el único recurso del sector para hacerse respetar? ¿Por qué el transporte es prácticamente el único sector en el que es la patronal quien convoca los paros? ¿Qué falla? ¿Será que sólo  a golpe de huelga es posible demostrar que el transporte sí es esencial? De puta a  monja, unas veces,  y de héroe a villano, otras. Es el transporte de mercancías por carretera. Ayer,  hoy y mañana. ¿Pero a quién le importa?.