Menú
Suscripción

Un camarlengo para el MITMA, por favor

  • Última actualización
    26 octubre 2021 23:10

Supongo que recordarán la broma fácil de todas esas películas vaticanas en las que, nada más salir la fumata blanca, aparece un trémulo servidor de Dios empaquetado de blanco y rodeado de orondos cardenales de mirada tan beatífica como aviesa, que escuchan mitad envidiosos, mitad admirados las primeras palabras del nuevo pontífice:

-Y ahora, ¿qué hago?

-Debe salir al balcón.

-¿Y qué digo?

-Usted es el papá.

Y los cardenales se mueren de la risa, el espectador se muere de la risa y el papa no se muere pero se querría morir, asido a la desesperada al Espíritu Santo.

Imaginen por un instante esa misma escena pero en el Ministerio de Transportes. El ministro saliente, de cuerpo presente. La ministra entrante, sin ni siquiera haber logrado con carácter previo el cardenalato, es decir, no ha ido más allá de ser cura de pueblo. Total, que llega el primer día, hace la pregunta de rigor e imaginen la misma escena:

-Y ahora, ¿qué hago?

-Usted sabrá, usted es la ministra.

Más allá de la broma, obviamente los papas nunca se quedan tan desvalidos. Empezando por el camarlengo, siguiendo por la curia y terminando por toda la pléyade de asistentes, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer el papa y lo que tienen que seguir haciendo mientras se pone las pilas el nuevo papa, y teniendo en cuenta que todo está escrito en las leyes vaticanas. Está claro lo ornamental y lo crucial, lo accesorio y lo esencial, sin margen para  deslices ni  patinazos. Incluso al final el papa tiene que levantar la mano y decir aquí se hace lo que yo digo porque, si no, todo seguiría su propio ritmo.

En un ministerio debe ser o debería ser algo parecido. Es cierto que todo es más complicado cuando cambia el color político y caen de golpe todos los altos cargos, pero lo relevos deben estar basados siempre en la lealtad institucional. No siempre es agradable la herencia que uno recibe, pero no parece que debiera haber problemas ni en lo esencial ni en lo accidental. Ahí están los cuerpos de funcionarios para explicar a los nuevos cómo funcionan las cosas y cómo evitar que se frene el pesado y complejo tránsito ministerial.

¿Algún camarlengo ministerial en la sala para que tome nota de esto de una vez, por favor?

Aún así, hay siempre errores tan garrafales cuando un ministro llega al cargo, hay vacíos tan reiterativos ministro tras ministro, que uno a veces termina por pensar que el cargo de camarlengo debería asimilarse en la escala funcionarial ministerial. Es decir, tendría que haber un técnico oficial en quien confiar y que durante los primeros cien días te ayude a enterrar a tus predecesores, a asimilar su herencia, a gestionar cómo retomarla o descartarla, a definir las nuevas líneas de actuación y, sobre todo, y ante todo, que explique al nuevo máximo responsable que uno llega al cargo para hacer grandes cosas, muy grandes, sin duda, pero siempre hay que empezar por lo básico.

Y lo básico, por ejemplo, señores ministros y ministras del pasado, del presente y del futuro fue, es y será, después de 23 años de existencia del Comité Nacional de Transporte por Carretera, reunirse nada más plantar los pies en el despacho con el órgano de máxima interlocución sectorial: primero por educación, segundo por respeto institucional y tercero por interés puro y duro, porque nada se puede hacer jamás de espaldas al sector. ¿Algún camarlengo ministerial en la sala para que tome nota de esto de una vez, por favor? En los últimos 20 años, mire usted por dónde, sólo lo hizo bien Ábalos.

Si el sector anda siempre quemado, ¿qué necesidad hay de carbonizarlo aún más con este desaire innecesario?