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Del carisma y la grisura

Se nos ha ido Mercedes Gómez de la Dirección General de Transporte Terrestre con la misma grisura con la que llegó, porque su paso al frente en 2018 y su paso atrás la semana pasada lo han sido con discreción, pero el balance de su gestión debe ser juzgado desde la óptica de los resultados y, ahí, la nota media no es ni siquiera un suspenso, es más bien un anodino y gris no presentado.

  • Última actualización
    23 febrero 2021 17:27

Es así principalmente en lo que atañe al transporte de mercancías por carretera, al que deja con absolutamente todos los frentes abiertos y sin que la aprobación del ROTT en 2019 pueda brillar como gran mérito después de que viera la luz casi por agotamiento y sin impedir que nuevas sentencias hayan seguido dinamitando algunos de sus principios fundamentales en materias tan trascendentes como el acceso al mercado y la dimensión empresarial.

Nada se le puede reprochar en cualquier caso a Gómez. Ábalos quiso una técnico al frente de la Dirección General y Ábalos ha tenido una técnico, ni más ni menos, alguien que ha servido de interlocutora, alguien con su criterio de experto y alguien para ejecutar lo que otros han venido decidiendo o no decidiendo en función de su poder y su responsabilidad, pues así está ahora el Ministerio.

Ni liderazgo, ni una línea de actuación propia, ni iniciativa, ni voz, ni mando. Nada de esto se le ha pedido a Gómez y nada de esto ha ofrecido. Eso ahora mismo es cosa de secretarios y secretarias, a quienes, por cierto, es a los que les corresponderá el suspenso. No lo duden.

Necesitamos director@s generales y president@s que sean auténticos martillos pilones que defiendan lo mejor para la logística y por ende para la sociedad, proactivos, convencidos y atrevidos

Pero no nos resignamos a esta realidad porque seguimos teniendo vivo en el tiempo la experiencia de los últimos 20 años, donde sí, el perfil técnico siempre estuvo comandando la Dirección General de Transporte Terrestre; donde sí, el color político siempre estuvo en el segundo plano; pero donde sí, además de todo esto, hubo gente como Juan Miguel Sánchez o Joaquín del Moral con liderazgo, una línea de actuación propia, iniciativa, voz, mando y carisma, ojo, no para defender como autómatas los intereses sectoriales, sino para saber conjugar el interés sectorial y el interés general e intentar defender políticas activas, que no reactivas y, lo más importante, frenar las veleidades de quienes se aproximan desde fuera con vocación salvadora y errática originalidad.

Ni ahora ni nunca el sector logístico se puede permitir en los puestos más importantes de la Administración meros eslabones para dar y recibir órdenes. Ni en la Dirección General de Transporte Terrestre, ni en Puertos del Estado, ni en Marina Mercante, ni en Adif, ni en Renfe, ni en AENA, ni en ningún otro organismo con competencias logísticas.

Necesitamos director@s generales y president@s que sean auténticos martillos pilones que defiendan lo mejor para la logística y por ende para la sociedad, gente proactiva, convencida y atrevida para machacarle la oreja a la secretaria general de Transportes, al secretario de Estado de Transportes, al ministro de Transportes, al Consejo de Ministros entero, al presidente del Gobierno, al Congreso de los Diputados y a quien haga falta, desde la pasión y la empatía, desde la erudición y la capacidad de consenso y, sobre todo, desde la responsabilidad de que no están ahí para oír, ver y callar, ni para escurrir el bulto o bailar la danza del que a mí no me salpique.

Sólo así se puede ganar uno el respeto del sector y de la sociedad, sólo así se logra, cuando es posible, estar por encima del color político. Sólo esto y ni más ni menos que esto es lo que hay que pedirle a Jaime Moreno, nuevo director general de Transporte Terrestre.