La consecuencia es que el ser humano es ese animal único capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, algo que no debería ser tan preocupante si no fuera porque no sólo es capaz de tropezar dos veces, sino también tres, cuatro...
En el caso de nuestra querida y sacrosanta estiba portuaria ya vamos por el tercer tropiezo, siempre contra esa roca acerada y resbaladiza que es Competencia, en donde como toros frente al burladero andamos dando topetazos ciegos, sin cesar, repletos de sabiduría y argumentos, incapaces de entender que por ahí no hay salida.
Al menos así.