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La falsa igualdad

Se supone que un país lo es porque sus gentes tienen en común una serie de cosas que les han llevado a convivir en igualdad, con los mismos derechos, obligaciones, lenguaje, creencias y todo eso.

  • Última actualización
    06 abril 2018 00:00

Por tanto, España es un país... de mentirijillas. Un junta y pega en el que en todas las zonas se habla en un mismo lenguaje o no, se tiene la misma sanidad o no, la misma educación o casi, se enseña la misma historia quizás, los funcionarios públicos tienen los mismos sueldos o no, el gobierno gobierna o según, el agua de todos vale igual en todas partes o no. Y cada vez peor y cada vez más rotos y cada vez más tú y cada vez más yo, sin rastro de nosotros, que diría Sabina. Ahora llegan los presupuestos anuales. Y más de lo mismo. Ni igualdad ni justicia ni nada que se le parezca. Tanto me votas tanto te doy. Puro chantaje, que diría Shakira. En el apartado de infraestructuras, estos días, todos y cada uno de los territorios andan de gira por las radios para recalcar lo muy maltratados y mucho maltratados que se sienten. Al final, para saber quién tiene razón o no, no hay más que mirar el peso que pueden tener los votos de cada autonomía en el gobierno central. Los presupuestos realmente son, si lo miran bien, uno de los pocos elementos cohesionadores que hay en este país: ponen a todos los territorios de acuerdo en que no les gustan nada de nada. Llegará un tiempo en el que tengamos la sensación de que a la hora de repartir nuestros dineros se han tenido en cuenta todos los parámetros y que si los presupuestos finales son así es porque así tenía que ser. Un tiempo en el que la oposición no diga que los presupuestos son los más peores del mundo mundial. Será cuando los puertos se sientan tratados con, precisamente, igualdad y justicia. Un tiempo en el que no estaremos, supongo. Hay muchas formas de unir a las personas, a los territorios, a los nodos logísticos. Muchas. Pero quizás empezar por hacer un reparto de lo de todos para todos podría ser un buen comienzo. Si no, esos mismos presupuestos acaban generando más distancia entre unos y otros. La clave vuelve a estar en ser consecuentes. En cumplir la ley. Todos. Siempre. O cambiarla. Si realmente todos somos iguales... por qué nadie se siente igual. Unos se creen superiores y otros sienten que les tratan como inferiores. En las infraestructuras, en las grandes inversiones de Fomento, es donde se manifiesta todo esto de forma más contundente. Por eso estos días, una vez descubiertos los presupuestos, anda todo el mundo enfadadísimo de la muerte con el vecino y con el gobierno. En la misma época en la que la oposición apoyará los presupuestos conseguiremos vivir en un territorio, aldea o planeta en el que, de verdad, todos seamos iguales y, además, nos sintamos iguales. Sería preferible que no existiera un carta de derechos humanos válida para todos los habitantes del planeta, ni una constitución española en la que se empieza diciendo que todos los españoles somos iguales. Seguiría habiendo desigualdades tremendas pero así, al menos, no estaríamos cabreados ante el pitorreo que supone que todo bicho viviente se salte sistemáticamente las normas esas que dicen que somos iguales. No es verdad. Y menos en los presupuestos.