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No arreglen el tinglado 4

Con la Fórmula 1, el tinglado 4 del puerto de Valencia quedó macizo. Se instalaron ahí los boxes de la competición que tanto ha dado y tanto ha quitado a la ciudad. Se supone que era una excepcional necesidad, algo provisional, efímero, una licencia sometida al bien superior de las carreras.

  • Última actualización
    09 marzo 2018 00:00

Algo así como lo que sucedió con las bases de los distintos sindicatos (que así se llama paradójicamente a los equipos) de la Copa del América. Provisional, claro. De quita y pon. Si no, ¿Cómo iban a permitir construir 13 edificios con estética de tanatorio, a la orilla del mar, tapando la visión del Mediterráneo? Pero, diez años después... las bases, casi todas, siguen ahí. Y la compactación del tinglado cuatro, también. Hasta hace unos días. Sí, "sólo" seis años después de la última carrera de Fórmula 1, que se celebró, creo, el 24 de junio de 2012, se ha vaciado el tinglado, devolviéndole la forma etérea, casi transparente, que nunca debió perder. A su, para mí, inmensa belleza, se suma el carácter respetuoso de su geometría original, que casi no osa tapar el paisaje, y permite ver el mar de la Dársena Interior a través suyo. O permitía. Porque delante de él, donde sólo debería haber espacio y mar, siguen las bases de los sindicatos, alguna de ellas ocupada por un centro de lanzamiento de empresas enfocadas a la creación de nuevos productos financieros, Bankia Fintech by Innsomnia (casi nada). Esa iniciativa se suma a la del más que alabado dueño de Mercadona, su academia Edem, esa que ha convertido en sombrío pasillo el espacio frente a la Aduana y las antiguas oficinas de la APV. Lo que antes eran vistas al mar para esos edificios públicos y para todo el que transitaba por ahí, ahora son vistas al muro. Creo que Edem, Innsomnia, incluso las bases de los equipos de la Copa del América, son muy santas y muy sabias iniciativas y estructuras, dignas de todo apoyo y alabanza, siempre que no nos quiten el sol, ni la visión del Mediterráneo, siempre que se ubiquen en su sitio: un parque tecnológico. Pero ahí están, y parece que para siempre. Como diría Matías Prats, permítanme que insista, pero cada vez que me da por pasear por la Dársena se me llevan los demonios. Cómo es posible, me interrogo, desde mi visión pueblerina de alcoleano ciudadrealeño, que se monte parda cada vez que se hace cualquier tipo de obra en el Puerto, en sitios y circunstancias que en nada afectan a la ciudad, y nadie levante el pío cuando se ponen barreras de hormigón entre los tinglados y el mar. La zona del Tinglado cuatro está siempre desierta, sobre todo si se la compara con la del Tinglado dos, que nada tiene entre él y el mar, de momento. Por eso decía que ojalá no hubieran devuelto su aspecto original al precioso Tinglado cuatro. Duele que hayan dejado que uno de los rincones más bonitos de Valencia se convierta en mitad parque tecnológico y mitad escombrera. Duele, pero más duele que devuelvan al tinglado todo su enorme esplendor, para taparlo con los cubos de chapa. Es como limpiar la joya para enterrarla. En la orilla de la Dársena Interior deben estar los tinglados, la cabria, el Edificio del Reloj, la Escalera Real cuando la recuperen, el Edificio del Varadero, la pérgola y quizás al antigua estación marítima. Nada más. Sólo se me ocurre una forma de que se generen manifestaciones furibundas, con sus antorchas incendiarias y todo, en contra de las estructuras tapa mares: Decir que esas edificios horribles a la orilla del mar son del Puerto o de alguna empresa logística. Ni cinco minutos duraban.