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La sonrisa y la gráfica

Aprenderá el sector, quizás algún día, a vivir sin estridencias y en paz, algún día. Para ese objetivo trabajamos en lo que podemos, desde estas líneas, desde estas páginas. En lo que publicamos y, sobre todo, en lo que callamos. Valemos más por lo que callamos, como me decía mi compañero y sin embargo amigo, Miguel J. Valemos por publicar lo que publicamos, cómo lo publicamos y cuándo lo publicamos.

  • Última actualización
    22 diciembre 2017 00:00

Y lo hacemos así por respeto máximo a nuestros lectores. Aún así, todo esfuerzo es poco para llevar la concordia justa y necesaria a este mundo logístico nuestro, el mundo en el que sin duda más vida entregamos, el mundo al que más vida pasamos. Somos los logísticos un equipo, una comunidad, una familia quizás. Por tanto, deberían de importar más las personas y no tanto los cargos y las cuentas de resultados. Desde la perspectiva que da estar dentro del sector, pero sin ser del todo del sector, observamos con cierto asombro cómo los caracteres, los modales y las actitudes se mueven al ritmo de las estadísticas, como si las sonrisas fueran una gráfica de resultados. Ocurre que estos días, en los distintos eventos de todo tipo que visitamos en variados rincones de la geografía logística, vemos con gran placer cómo el ambiente en nuestros puertos y sus comunidades portuarias está relajado, optimista, esperanzado y hasta cariñoso. Un escalofrío de gustito me recorre mi luenga espalda. Y pienso, otra vez, en las cosas que unen a este colectivo aquí y allá. Y la de motivos que tienen sus integrantes para estar contentos las más de las veces. No se trata de ir brindando con cava por ahí, como se ha hecho estos días en los mil y un cóctel de Navidad que hemos vivido y bebido, sino de colaborar unos con otros para generar buen ambiente de trabajo. Lo hacemos, supongo, en las empresas de cada cual. Por qué no intentarlo en la empresa común de todos, en la comunidad logística, esa comunidad con la que, sin darnos cuenta, compartimos tantas horas al año, entre negociaciones, congresos, asambleas, ferias y fiestas. Estaría bien una base de cordialidad, independiente de la cuentas de resultados y de las estadísticas. Unos fundamentos básicos de buen trato y ánimos recíprocos... siempre. Que fueran mejores cuando, como en 2017, el ejercicio se ha salido de positivo, con el añadido edulcorante de que puede ser que 2018 sea también un buen año. No sé si esto de la concordia es posible o es una quimera de las mías, pero mientras comprobamos en qué queda esta reflexión, sigo disfrutando en este instante, y seguiré haciéndolo en las próximas horas o días, del magnífico ambiente que he respirado en eventos como el cóctel de Navidad de la Autoridades Portuarias de Barcelona o Valencia. Este tipo de reuniones de la comunidad logística, que pudieran parecer fatuas o banales, están cogiendo, a mi entender una enjundia superior. Una importancia que sólo alcanzan las cosas que se basan en el cariño que surge al reconocer lo que se tiene en común, olvidando las cosas que separan a unos y a otros. Parte del espíritu de los cócteles de Navidad habría que conservarlo durante todo el año, vayan las cosas como vayan. Es más, si van peor, más motivos para el abrazo y los buenos deseos. Nunca una sonrisa y un trato cariñoso empeoran nada. Me leo y no me conozco. Debe ser eso del espíritu navideño. Feliz Navidad amigos, todos los días.