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El error del superlativo

Para sustentar ciertos cargos y determinadas actitudes, no hay nada como meter miedo. Para eso de asustar no valen las medias tintas, hay que usar términos superlativos, contundentes. No oirán a ningún político hablar de las imperfecciones de sus rivales. La oposición, los otros, los que no somos nosotros, son, sencillamente, lo peor.

  • Última actualización
    03 noviembre 2017 00:00

El ciudadano de a pie acaba realmente agotado de oír a estos políticos hablar de términos tan brutales como franquismo, fascismo, traición, rebelión... No hay resquicio para los colores intermedios. Pobre del que no sea ni blanco ni negro. Pareciera que los más y los menos tienen una especie de añoranza de tiempos pasados en los que sí existían esa contundencia posicional, esos momentos de la historia en lo que la épica era necesaria, y con ella se generaban nuevos héroes. Hoy, qué le vamos a hacer, hay democracia, casi nadie pasa hambre, no se persigue a nadie por sus ideas y los que andan por la calle con tridente y cuernecitos no es que sean la oposición que sale del averno, sino la muchachada celebrando eso de Halloween. Ocurre que esa tendencia a la superlativación lo inunda todo en nuestra política. Aunque el uso del superlativo, como bien subrayó Daniel Goleman, es la antítesis de la inteligencia emocional, nuestros políticos siguen tirando de esa adjetivación extrema, tan llena de resonancia como de posibilidades de error. Y lo hacen no sólo para los grandes temas, sino para todo, incluyendo la logística. Un nuevo ejemplo de todo esto lo vivimos estos días con las declaraciones del alcalde de Valencia, Joan Ribó, sobre el acceso Norte al Puerto de Valencia cuando afirma, así como si nada, que "lo que sí hay que impedir es la construcción de un acceso norte al Puerto, que llenaría de camiones los barrios marítimos, además de destruir la huerta". De los muchos y variados proyectos de acceso Norte que hemos visto en los últimos lustros, no recuerdo ninguno que llene de camiones los barrios del Distrito Marítimo o que destruyera huerta alguna. En cuanto vemos eso de "llenar de camiones" o "destruir la huerta" sospechamos que algo de extraño posicionamiento previo hay en la mente que emite semejantes palabras. Si seguimos leyendo sus declaraciones vemos que también habla de ampliar el acceso por la V-21, pero... "sin arrasar con la huerta productiva de València y Alboraia". Pedazo de ampliación oiga. Ríase usted del túnel ese que están haciendo en China. Nada de que pasen algunos camiones o que haya que cambiar algo de huerta a otro sitio. No. Todo arrasado y totalmente lleno de camiones, que además pasarán por el comedor de las casas, donde juegan los niños chicos, soltando humo negro y pegotes de grasa mientras un tipo tatuado tira de una cuerda para que suene bien fuerte la bocina. El acceso Norte, señores míos, debiera existir hace mucho muchos años, y de hecho ya estaría operativo, subterráneo, sin molestar a nadie, ahorrando tiempo y dinero a las empresas valencianas, además de ahorrar contaminación de forma más que significativa. Ya estaría operativo, digo, si no fuera por los políticos y declaraciones tan "acertadas" como las que hemos reproducido. Suerte tiene el amigo lector de que hoy me haya dado por predicar con el ejemplo y no use superlativos para describir lo que me parecen determinadas declaraciones y la inquina que contienen. Menos mal que se acaba el espacio. La paciencia hace ya tiempo.