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Sentimientos

Estamos demasiado sometidos a los medios de comunicación de masas, a las manifestaciones de masas, a las mayorías masivas. Esto nos hace cada vez más y más difícil eso de ejercer el libre pensamiento. Ese valor es uno de los primordiales del ser humano y estamos perdiendo la capacidad de usarlo, sufrirlo y disfrutarlo.

  • Última actualización
    20 octubre 2017 00:00

No oímos más que opiniones repetidas, frases hechas y actitudes clasificadas. Tanto que cuesta, cuando se tiene, expresar un enfoque singular, nuestro. Cuando intentamos cotejar nuestra idea para alcanzar la verdad, lo tenemos mucho más difícil que antaño. Y es que los medios han perdido el norte de la objetividad, ese que siempre fue su razón de ser. Antes leíamos un periódico y nos informábamos. Luego pasamos a necesitar leer un par de ellos para cogerle el pulso a este o aquel tema. Más tarde precisamos leer la prensa local y la nacional en busca de luz. Hoy hemos de ojear la prensa local, la nacional, la internacional, la de derechas y la de izquierda, para darnos cuenta de que todos tienen un enfoque determinado. Ya no son prensa. El adjetivo se ha impuesto. Son de derechas o de izquierdas más que prensa. Del Madrid o del Barcelona más que periódicos. Independentistas o no, más que informadores. Con ese panorama tenemos más motivos para volver a lo indiscutible. A lo único que nadie nos puede rebatir. Lo único en lo que siempre tenemos razón: los sentimientos. Cómo nos sentimos es propiedad exclusiva de cada cual. Es un argumento incuestionable. Por eso se debería poner en primer lugar en muchas ocasiones. Ahora, con el tema de la independencia o no de Catalunya, surgen argumentos materiales y matemáticos de un bando y de otro, sin darse cuenta suficientemente de que la base de todo está en... los sentimientos. En el enfoque logístico, muchos no pueden dejar de pensar en contenedores y cruceros. En qué repercusión tendrá el conflicto catalán en la titularidad de puertos, aeropuertos y carreteras. Si los clientes desviarán tráficos de aquí o de allá en función de si se levanta una frontera más o menos. En las estadísticas y los números. Hasta cierto punto, a muchas personas, todo eso les importa entre poco o nada, en comparación con los sentimientos. A mí me podría llegar a dar igual comer una o tres veces al día. No me da igual la injusticia, la concordia, la solidaridad o la paz. Es una opinión. Una. Igual no hay otra igual. No cuento contenedores ni cruceros, qué le vamos a hacer. Cuento personas amargadas o felices. Gente honesta o mentirosos. Agresivos o pacíficos. Cuando la gente esté en paz empezaremos, luego, a contar contenedores. Pasar al punto dos cuando el punto uno está en peligro no es mi tema. Hemos de recuperar los nombres por encima de los adjetivos. Las personas son de izquierdas o de derechas, del Valencia o del Madrid, de Consum o de Mercadona, pero son personas primero, mientras no se demuestre lo contrario. Lo que más irrita no es que nos toquen la cartera, llevan manoseándonosla impunemente desde hace años sin que nadie haya hecho nada. Lo que nos jode es que nos toquen los sentimientos. Cómo no, si es lo único realmente nuestro. Yo no los cambio por contenedores o cruceros. Ni una cosa ni otra me hunde en la miseria o me hace volar como lo hace un sentimiento. No podemos olvidar que igual a los demás le pasa lo mismo.