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Como personas

La unión con intereses acordes a los nuestros suele ser costosa y rara, pero muy constructiva para ambas partes. Por otro lado, la separación de esos intereses comunes, sencillamente duele. En las empresas logísticas, y en las demás también, uno trata de mantener a sus mejores piezas dentro de la organización. Ese es uno de los elementos claves del éxito.

  • Última actualización
    06 octubre 2017 00:00

Para conseguir que esas piezas no se marchen, hay que trabajar con antelación, tratando de dar tanto como valoramos lo que nos aportan. Podemos ser cicateros, pero lo que ahorramos en retribución o en cariño, lo podemos perder en tranquilidad. Yo valoro mucho la tranquilidad, por eso me parece buena idea ir al máximo. Así, si un día alguien se quiere ir nos quedaremos tranquilos cuando nos lo diga, porque no hemos podido hacer más por retenerlo. Mantener relaciones a la fuerza, aunque exista un contrato... no suele resultar. Como dice la copla, si el río quiere irse se irá. No es lo mejor eso de poner sobre el tapete una mejora de las condiciones de la relación sólo cuando el valioso compañero propone dejar la organización. Hay que ponerlas antes. Pero si no hay más remedio... más vale tarde que nunca. En cualquier caso, cuando una parte propone al todo una exigencias, se atiendan o no, hay que continuar la relación con cordialidad, el tiempo que duren. No es una opción seguir de mal rollo. Ni el que se va ni los que se quedan se lo merecen. Gente enfadada es gente fracasada. Sobre todo cuando el enfado es grande, porque esos suelen ser, en el fondo, enfados contra uno mismo. Cuando tras ofrecer y ceder todo lo que se pueda, no podemos evitar que un valioso y muy querido colaborador haga su camino lejos de nosotros, lo tentador es desearle todo lo peor, para que así sepa lo que ha perdido, lo bien que estaba en nuestra empresa, lo poco que vale él y lo mucho que valemos nosotros. Está también el tema de la competencia. Suele pasar que quien se marcha aproveche lo que se lleva, en conocimientos o en estructura, para beber donde nosotros le hemos enseñado a beber, o comer donde le hemos ayudado a comer. El cabreo es grande porque, como digo, en el fondo siempre nos queda el poso, consciente o subconsciente, de que quizás podríamos haber hecho las cosas mejor. Pero... somos humanos y nos suele ser propio eso de mantenerla antes que enmendarla, o aquello otro de odiar a aquel con el que se ha sido injusto. Si quien se va es una pieza de valor ocho y la hemos tratado como si su valor fuera seis, volcaremos todo nuestro empeño en demostrar que no vale más de cuatro. Calumnias, mentiras y derivados suelen ir y venir durante el proceso de ruptura y tras consumarse la separación. Oscuridades del ser humano que afloran cuando se hiere el amor propio. Vemos entonces que somos capaces de hacer cosas por odio que jamás hemos hecho por amor. El rencor sí mueve montañas, las levanta y las arroja contra el otro. Una de las claves para no llegar ahí es la sinceridad de quienes nos rodean. Si se rodea uno sólo de mensajes que nos dan la razón, se alimentará el odio hasta pudrir todo el organismo. Si escuchamos serenamente otros puntos de vista, puede que nos ayuden a mitigar la ceguera y a ver salidas constructivas o menos malas. La clave está en considerar a todo el mundo como si fuera una persona. No un traidor o un hijo de puta, una persona. A partir de ahí podemos negociar seguir juntos, o podemos seguir juntos sin estarlo. Ayudarnos siempre, colaborar en todo, salir perdiendo lo menos posible o incluso ganando. Me dolió mucho que montara su propia imprenta aquel compañero de tantos años. Fue hace más de 20 años. Desde entonces no hemos dejado de colaborar y ayudarnos.