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Esa perversa distorsión

Los primeros humanos, aquellos que no tenían otra posibilidad que ver su imagen reflejada en agua estancada, asumían que su aceptación o rechazo dentro del grupo social en el que se integraban respondía a muchas y diversas cuestiones (empatía, liderazgo, fortaleza física…), pero en ningún momento se llegaron a plantear que el aspecto físico iba a ser el elemento que acabara por determinar su rol en el grupo (salvo excepciones evidentes).

  • Última actualización
    03 marzo 2021 12:15

En el caso de Valencia, por ejemplo, conforme se aproxima el plazo anunciado por OPPE para pronunciarse (técnicamente) sobre la Terminal Norte de Contenedores, se está multiplicando la actividad de la plataforma “No a la ampliació del Port de València”. Curioso nombre, por cierto, cuando esa ampliación ya está hecha.

No les puedo aburrir desglosando los argumentos esgrimidos por ese grupo que se define “social/ambiental (no político)”, que en el manifiesto que anima a firmar a todo colectivo que se llame o apellide colectivo (da igual si se dedican al alpinismo o a las danzas regionales) es incapaz de esgrimir un único argumento de peso que no sea el del respeto al medio ambiente.

A base de golpes los puertos españoles han aprendido a mirar más allá de sus narices, se han visto obligados a corregir errores y han iniciado una senda de no retorno en la interacción con sus ciudades

Ni una sola idea de cómo generar riqueza o de cómo mantener los miles de puestos de trabajo generados por la actividad portuaria directa e indirecta; ni un solo argumento apoyado en estudios independientes… nada. Simple y pura confrontación que solicita a la ciudadanía que se enfrente también como único método para conseguir un objetivo.

No soy tan cafre como para no reconocer que cualquier infraestructura tiene un impacto sobre su entorno. Es evidente. A partir de ahí no queda otra que cumplir la ley a rajatabla y actuar, únicamente, cuando se considere que es posible. Si concluimos que es necesario modificar la normativa y hacerla mucho más restrictiva o proteccionista con determinados asuntos, adelante. Afortunadamente, contamos con instrumentos democráticos como para poder hacerlo y reflejar lo que considere la mayoría.

Pero no nos dejemos llevar por la distorsión de la imagen que sólo muestra lo que tenemos delante: puerto=muerte=destrucción=caca… no parece una conclusión muy estudiada, ¿no creen?

A los que se preocupan por el entorno (que por cierto no es una preocupación propiedad exclusiva de un solo colectivo) es conveniente que alguien les insinúe que el “entorno” es mucho más que lo que ellos ven. Para poder invertir en desarrollo sostenible, en la creación de espacios verdes, etc. es necesario disponer de medios de financiación, públicos por supuesto, pero también y necesariamente privados.

A base de golpes los puertos españoles han aprendido a mirar más allá de sus narices, se han visto obligados a corregir errores y han iniciado una senda de no retorno en la interacción con sus ciudades. Y queda mucho por hacer, sin duda. Únicamente reclamo que el esfuerzo sea recíproco. Ya estaría bien.