Los expertos lo tienen claro: 2025 tampoco será el año del despegue del ferrocarril. Según todas las previsiones en 2024 se habría vuelto a perder cuota de mercado y alcanzado un nuevo mínimo histórico. Con este punto de partida, afrontamos el nuevo año con palancas que aún no han terminado de quedar definidas. Son muchos los ejemplos a mencionar.
Por un lado, la autopista ferroviaria Algeciras-Zaragoza, como es conocido, verá retrasada su puesta en marcha a 2026, no operando en su totalidad hasta la finalización de dicho ejercicio.
Por otro lado, la gran terminal de referencia, el hub estratégico de Vicálvaro, igualmente retrasará su entrada en servicio a febrero de 2026.
De la misma forma, nuevas obras en el Corredor Mediterráneo y en el Corredor Atlántico seguirán restringiendo la capacidad de las líneas y afectando a los tráficos, con vistas a un óptimo desempeño también a partir de 2026.
Por lo tanto, se espera un 2025 de crecimiento contenido y muchas afecciones operativas.
En este contexto, sí hay que señalar que 2025 va a ser el año en el que de forma masiva las compañías ferroviarias van a recibir las importantes inversiones en máquinas y vagones comprometidas de la mano de las subvenciones otorgadas por el Ministerio de Transportes en el marco del Plan de Transformación, Recuperación y Resiliencia.
De igual forma, tras adjudicarse en UTE la terminal de Vicálvaro, no se entendería un 2025 en el que Renfe Mercancías y Medlog no despejen de una vez la incógnita de su joint venture y afronten definitivamente su creación. El daño en resultados que esta incertidumbre le está generando a Renfe es notable.