En esta España del eterno ferrocarril frustrado e irresucitable ya nada puede sorprender, aunque duela tanto que la línea recta no sea ni el camino más eficiente ni el más corto, fruto del puro y simple abandono. El mejor ejemplo, el corredor Madrid-Burgos.
somosierra (MADRID). Agonizaron en 1808 en las faldas de Somosierra los soldados españoles a manos del Escuadrón de Caballería Polaco que dejó expedito el paso hacia Madrid de Napoleón y su ejército durante la Guerra de la Independencia; agonizaron igualmente en ese mismo punto en 1936 y durante toda la Guerra Civil cientos de soldados nacionales y republicanos en un frente fratricida y enquistado; y hoy también, en las mismas faldas de la misma montaña, agoniza en este 2023 el ferrocarril Madrid-Burgos, sepultado por robles, hayas, fresnos, zarzas y escaramujos, y cortocircuitado por un túnel que se derrumbó en 2011 y que mantiene desde entonces sin servicio ferroviario la línea convencional 102.
Absolutamente todo en ese punto kilométrico es una pura metáfora ferroviaria, tal y como ha podido ver, oír, oler y palpar Diario del Puerto en un viaje entre la decrepitud y lo fantasmal.
CERRADO (desde 2011)
La línea ferroviaria Madrid-Burgos, de 282 kilómetros de longitud, con vía única y sin electrificar, fue inaugurada en 1968 y en sus inicios tuvo una fortísima actividad al ser empleada para los servicios directos Madrid-Bilbao, Madrid-Burgos y Madrid-París. La línea entró en declive a partir de la década de 2000, con el cierre de la práctica totalidad de las estaciones intermedias. El golpe de gracia se produjo en marzo de 2011 cuando una bateadora que realizaba labores de mantenimiento quedó atrapada por un desprendimiento en el interior del túnel de Somosierra. Lejos de acometerse la liberación, el accidente motivó el cierre de la línea sine die. Desde entonces, permanecen clausurados los 159 kilómetros de la línea entre Soto del Real y Aranda. El tramo Madrid-Colmenar Viejo es utilizado por los trenes de Cercanías, mientras que el tramo Aranda-Burgos es utilizado por algunos servicios de mercancías. En la imagen, detalle de la máquina bateadora atrapada en el interior del túnel.
Llueve a intervalos en lo alto de Somosierra en este tormentoso e intempestivo junio. Desde los balcones de la A-1 se divisan deshechos por el tiempo y arruinados por los grafitis los antiguos edificios de la estación ferroviaria de Robregordo, antesala del túnel de Somosierra, coronado en cada una de sus bocas por imponentes murallas de inspiración castellana, símbolo de lo que se quiso ser y se está muy lejos de ser.
Avanza la vía hacia el túnel encajada en el valle y, a la vez, elevada por empinados taludes que dificultan por su cara Sur el acceso a pie desde Robregordo. En cambio, en su cara Norte, pasado el pueblo de Somosierra, surge el túnel espectral entre saces y rebollos justo al pie del tramo en fondo de saco de la antigua N-1.
Una portezuela forrada de alambrada, a escasos metros de la cuneta, da acceso a la vía, sobre la que en ese mismo punto cae, como indescriptible bienvenida, una espectacular y feroz chorrera de agua límpida, que desborda la ruinosa piscina de contención e inunda vías, balasto, márgenes y traviesas para demostrar que, en ausencia del hombre, la naturaleza siempre se abre paso.
Combados los raíles por la inestabilidad del balasto, se proyectan a su izquierda hacia Burgos, con primera parada en Santo Tomé del Puerto y la misma ruina que en Robregordo como recibimiento.
Mientras, a su derecha, los raíles se aproximan inmediatos hacia la boca Norte del túnel, hundiéndose progresivamente en el suelo hasta quedar apenas dibujados entre tierra, polvo y matojos.
Surgen descoloridas pero aún enhiestas las señalizaciones de velocidad, en un último tramo casi enterrado que se antoja expresamente inutilizado pues, además, justo al borde del túnel, se han cortado raíles y traviesas, lo que abre un espacio que inunda otra gran cascada, desbordada entre gorjeos y aleteos de mirlos y colirrojos justo al lado de la muralla castellana. Y el camino se acaba...
Recordemos que desde 2018 las bocas del túnel están tapiadas. Hasta ese año, aventureros y curiosos se adentraban en la oscuridad para fotografiar los detalles del derrumbe y la bateadora atrapada.
Desde 2018 las bocas del túnel están tapiadas, con un portalón coronado por un candado en la cara Norte
Desde entonces, la boca Sur permanece bloqueada en su totalidad salvo por un respiradero superior, mientras que en la cara Norte se instaló en la boca tapiada un portalón con dos cerrojos y un candado que un artista, con singular tino, ha cubierto con el rostro lánguido y resignado de un joven de raza negra, tal vez como proyección de la oscuridad que reina en el interior del túnel tras el portalón, pero también de la oscuridad ferroviaria que reina en el exterior, donde los tapices de musgo que forran los laterales del muro; donde las masas de vegetación que se desbordan por los márgenes y han tenido que ser segadas; donde los arroyos que se precipitan por las torrenteras alimentados por la lluvia intensa e intermitente; y donde los pájaros que abruman por sus cantos entre el follaje y la neblina comportan una explosión de vida que contrasta con el óxido y el abandono de unas vías totalmente muertas.
Son ya doce años de cese absoluto de toda operación ferroviaria, doce años desde que el túnel quedó bloqueado y se optó por no hacer nada e interrumpir sine die la actividad.
Más allá de los planes a futuro y de lo que los técnicos determinen en torno a si es factible recuperar la actividad con una inversión razonable, a pie de vía, en el corazón del cortocircuito que bloquea el corredor Madrid-Burgos, la decrepitud y el abandono que se respiran transmiten un encanto tan subyugante como dolorosa es la frustración dada la sensación de que es mucho lo entregado gratuitamente a la decadencia y al tiempo.
Queda en las pupilas del viajero el rostro del joven negro, mirada también desconcertada ante el espectáculo de semejante vía fantasma.
CASCADA. Una gran cascada, apenas retenida por una deteriorada piscina de desmoronados bloques de piedra, anega la vía a escasos 50 metros de la entrada del túnel en su cara norte. A simple vista se constata cómo la plataforma está desplazada y los raíles se han deformado.
ROSTRO. Mientras que en la cara sur el túnel está tapiado en su totalidad, en la cara norte hay instalado en el centro del muro un portalón metálico, cerrado con un candado. Dicho portalón ha sido decorado íntegramente con un bello rostro de un joven de raza negra.
SEÑALÉTICA. A la entrada y salida de los túneles las señales de circulación ferroviaria aún permanecen en pie, lo mismo que algunos de los hitos kilométricos. Eso sí, las inclemencias meteorológicas y el paso del tiempo dejan sus huellas en un evidente deterioro.
CORTADA. La entrada del túnel está anegada por otra cascada que se desborda por su flanco izquierdo. En ese punto llegan hasta la boca tapiada los raíles, que han sido seccionados, al tiempo que se han retirado el balasto y las traviesas. Se hace así aún más evidente el corte en la vía, más allá del bloqueo en el interior del túnel.
MURALLAS. Tanto la boca sur como la boca norte del túnel están coronadas por construcciones a base de torretas y almenas de inspiración medieval. Los grafitis cubren partes de la construcción, si bien es el musgo, y su lento e imparable avance, la principal decoración de las murallas que, eso sí, permanecen sólidas.
VEGETACIÓN. La vegetación cubre sin freno las distintas partes de la vía, alterando la estructura de la plataforma. Eso sí, frente a épocas pasadas, las zarzas y arbustos que casi cerraban el paso en las proximidades del túnel han sido podados y los márgenes en este sentido permanecen limpios.