La memoria popular es, a menudo, injusta pero inevitable. En el fondo, nadie puede controlar aquello por lo que a uno le recordarán. Y aunque el tiempo otorga a cada logro su valor, entre los contemporáneos, grandes hombres y mujeres quedan a veces en el recuerdo por hechos insignificantes o bastante alejados de la dimensión de otros más destacados. Para muchos, la actriz Emma Penella será simplemente la Doña Concha de Aquí no hay quien viva; el escritor Francisco Umbral, aquel tío impertinente que un día se ralló en la tele queriendo hablar de su libro; o Boris Yelstin, el presidente borracho incapaz de aguantar la risa con Bill Clinton (que tampoco será recordado por sus actividades políticas, por cierto).Otro ejemplo es Antonio Ferrandis, protagonista de aquella Volver a empezar con la que José Luis Garci ganó el primer Oscar para España y que, en cambio, será por siempre Chanquete, icono estival por antonomasia gracias a la serie de televisión Verano Azul. Precisamente, en una de sus escenas más famosas, se da un caso similar a lo que les comentaba de la memoria popular. A bordo del barco, el pescador y los chicos entonan con la guitarra de Julia el célebre No nos moverán, que para toda una generación será por siempre la canción de Chanquete y no ese himno de la canción protesta que popularizara la norteamericana Joan Baez, icono de la rebeldía en los años 60 y 70 pero que muchos tardamos en descubrir y que, lógicamente, jamás hemos llegado a sentir.Es curioso recordar las razones por las que a Chanquete le querían quitar el barco: especulación inmobiliaria. Han pasado veintiséis años desde la emisión de la serie y, en cambio, encontramos un problema actual, aunque tiene su sentido porque Verano Azul se grabó en Nerja, la Costa del Sol es el mejor ejemplo del destrozo inmobiliario y los polvos levantados en aquellos años han derivado en los lodos en los que ahora nos encontramos.En todo caso, más allá de la historia común del pérfido inversor y su bolsillo lleno de euros (entonces pesetas) a fuerza de fabricar adosados, me invitan a la reflexión los agricultores de la serie, que primero suplicaban y luego amenazaban a Chanquete para que accediera a quitar su barco y ellos pudieran vender, y así coger un dinero que no habrían imaginado en su vida.Repasando la escena en YouTube, me dan cierta lástima aquellos tipos porque, si nos abstraemos de romanticismos y subjetivismos, en el fondo los intereses de uno sólo (Chanquete) iban a dar al traste con los deseos de mejora del colectivo.En el mundo empresarial es complicado conjugar los intereses individuales y colectivos. En verdad, lo habitual es que prime la ley de la selva y,además, anteponer lo colectivo puede derivar incluso en prácticas que atenten contra la libre competencia.En todo caso, en un ámbito como el ferroviario y en esta transición en la que nos encontramos desde el monopolio al libre mercado, ¿debe Renfe Mercancías sacrificarse en beneficio del colectivo? Me explico.Renfe tiene la obligación de convertirse en una empresa totalmente autosuficiente, rentable y competitiva. En esta línea, debe actuar como lo haría toda sociedad: reducir costes, incrementar la productividad, mejorar los ingresos, abandonar los nichos menos rentables y apostar por los más seguros.Hasta aquí, ningún problema. Ahora bien, cuando de facto se es el operador único, cuando el sector está en crisis, cuando cualquier movimiento incide no sólo en el negocio propio, sino también en la situación de todo un modo de transporte, cuando todavía eres una empresa pública, ¿se puede actuar con libertad?Por poner ejemplos: ¿Se pueden subir los precios sin pensar en las consecuencias que tendrá en la huida de tráficos y, por tanto, en la cuota modal del ferrocarril? ¿Se pueden quitar servicios sin pensar si esos tráficos se volverán irrecuperables? ¿Qué debe primar más, lograr beneficios (objetivo individual) o incrementar la cuota de mercado del ferrocarril (objetivo colectivo)?Es fácil, dirán los teóricos, ambas cosas son compatibles. Claro, pero eso es en circunstancias normales, porque si el sector está herido de muerte, todo lo que haces es replegarte y eres la única alternativa real porque los competidores son aún insignificantes, ¿es posible aguantar tres años, es posible esperar, como empresa aún pública, a que estés en beneficios o cuando te hayas armado ya será demasiado tarde?Porque, de acuerdo, ahí Renfe tiene razón: si no se refuerza ahora, terminará siendo la que hunda el barco. En todo caso, ¿podemos esperar? ¿Hay alguna forma de compatibilizar el interés individual de Renfe y el interés colectivo modal?Vean los tráficos de Renfe en la información bajo este artículo. Algo apuntan, pero sólo algo.