El 18 de septiembre del año 2000, un juzgado emitía una orden de embargo contra el propietario del Seawind Crown. De este modo, un crucero de lujo con bandera panameña, una capacidad para más de 1.300 pasajeros, 195 metros de eslora y 24,5 de manga, y una tripulación de 250 marineros quedaba amarrado en el Puerto de Barcelona.Más de tres años después, el pasado 24 de diciembre exactamente, el barco abandonaba para siempre el muelle Adossat con un aspecto lamentable. Se dirigía a India, donde sería desguazado. El delegado diocesano del Apostolado del Mar en Barcelona, Ricardo Rodríguez-Martos, explicaba la sensación fantasmagórica que transmitía el otrora gran reclamo turístico: Los comedores desvencijados, las grandes cocinas a oscuras, el deterioro de tres años... tenía un aspecto tétrico. La Autoridad Portuaria de Barcelona (APB) pudo cobrar 848.00 euros del poco más de un millón que reclamaba al armador. La tripulación, la mayor parte de la cual había sido repatriada hacía tiempo, también pudo cobrar buena parte de sus salarios.Ataúdes flotantesEl caso del Seawind Crown fue quizás el más sonado, pero no es el único que ha sufrido en el puerto en los últimos años. Actualmente, hay tres buques embargados o inactivos en Barcelona. Uno es el European Stars, de bandera italiana y explotado por Festival Cruceros. Se trata de otro gran crucero retenido desde el pasado mes de enero por cuestiones comerciales, pero que parece que pronto volverá a navegar.Los otros dos barcos son el Ira y el Eurolink dos barcos en estado lamentable que permanecen atracados en el muelle de Llevant desde hace dos y tres años respectivamente. Según comenta Rodriguez-Martos, la situación de estos barcos es muy diferente a la de los cruceros y responde a una realidad creciente en el negocio marítimo. Suelen ser buques muy viejos y destartalados, dice el responsable diocesano, con poca tripulación y que son abandonados porque el armador no puede hacer frente a las deudas.El inspector de la ITF (International Transports Worker´s Federation), Joan Mas, se refiere a esos barcos como ataúdes flotantes, por las malas condiciones de navegación que ofrecen. Mas explica que el caso del Ira, de bandera nigeriana, es de lo más esperpéntico: El barco había sido vendido por un dólar y evidentemente cuando una inspección de Capitanía Marítima ordenó su retención por cuestiones de seguridad, el armador desapareció, dejando a la tripulación a su suerte.Ricardo Rodríguez-Martos asegura que el buque zarpó de Venecia y en alta mar cambió de bandera y de nombre y en Barcelona fue inspeccionado por Capitanía Marítima. Según el responsable de la administración estatal, Jose María Rovira, la razón legal de la inspección es que el capitán había facilitado un número de identificación del buque falso. El responsable del sindicato internacional, que tiene las llaves del buque desde el pasado 25 de noviembre, dice que la naviera adeuda unos 45.000 euros a los trabajadores, pero que difícilmente se sacará mucho de un barco, que aún no ha sido subastado, y que sólo tiene futuro cómo chatarra. La última actuación administrativa relacionada con el Ira la protagonizó la APB cuando procedió a declararlo en estado de abandono a principios de año, paso previo a una subasta final que aún no se ha producido.En cuanto al Eurolink, embargado en 2001, recientemente se vendió en subasta por unos 72.300 euros, la mita de los cuales correspondieron a la APB y el resto a la tripulación.(Continúa en la página siguiente)