Para una industria como el transporte internacional de mercancías por carretera, el año 2019 ha sido especialmente convulso y plagado de incertidumbres, llegando hasta amenazar la libre circulación de los camiones en la frontera francesa, como ocurrió con los incidentes protagonizados por los chalecos amarillos en Francia o los CDR en Catalunya.
En lo que afecta al transporte hortofrutícola, estos incidentes provocaron paralizaciones al principio de la última campaña, con los consiguientes retrasos en las entregas y la variación en el ciclo de transporte, con la anulación de viajes. Al menos, la causa de fuerza mayor pudo justificar ante los cargadores dichos retrasos, si bien ello no evitó una disminución en la productividad de las empresas de transporte.
Esta situación ha debido convivir con la ya conocida imposibilidad de repercutir los precios en función del incremento de los costes y al hecho de que el tiempo medio de pago de los clientes llega a sobrepasar los 80 días, Además, la evolución de los ténder ha seguido su tendencia a la baja, al estar las ofertas de carga cada vez en menos manos, reforzando la posición de fuerza del cargador.
Precios
Asimismo, la Asociación Española de Empresarios de Transportes Bajo Temperatura Dirigida (ATFRIE), perteneciente al CNTC, advierte de que los bajos precios en el transporte perjudican la competitividad y señala que “no es posible tener una leal competencia en un país donde las seis grandes distribuidoras tienen unos beneficios anuales de 2.300 millones de euros mientras que las ocho grandes empresas de transporte por carretera facturan 2.250 millones de euros y tan sólo son capaces de ganar entre todas 41 millones”.
Asimismo, sostiene que no es posible mantener un equilibrio adecuado del mercado “cuando se trabaja por bajo de coste”, haciendo referencia a la “posición de absoluto dominio de los cargadores que hace que el transporte por carretera se haya convertido en un absoluto low cost que paga de forma continua el transportista”.
Baches
Precisamente, la relación entre las empresas de transporte de mercancías por carretera con los cargadores no atraviesen su mejor momento, lo que ha quedado claramente reflejado en la polémica de las 44 toneladas, que estos últimos apoyan con argumentos de mejora de competitividad y reducción del impacto medioambiental.
En este aspecto, ATFRIE denuncia “que a día de hoy los cargadores estén burlando la ley al no respetar en las cargas de los vehículos las toneladas de 40 toneladas de MMA” y la poca o nula represión sancionadora que ellos padecen, “no siendo así para el transportista”.
Asimismo, el transporte frigorífico reclama también soluciones al problema de las empresas buzón o falsas cooperativas, a pesar del compromiso que adoptó el Ministerio de Fomento para reforzar la investigación en este campo. ATFRIE también se muestra totalmente en contra de la postura adoptada por la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC) de no prohibir por ley la contratación por debajo de costes en el sector del transporte, o lo que se conoce como dumping.
El descanso fuera de cabina y la escasez de aparcamientos vigilados en España y en Europa es otro de los problemas que enfrenta. Las mafias que introducen inmigrantes ilegales en los camiones con destino a Reino Unido y el omnipresente Brexit son también algunos de los baches en la carretera que el transporte frigorífico debe sortear para seguir cumpliendo su vital papel en la competitividad del sector hortofrutícola español y en la competitividad del país.
Protagonismo
En este escenario, la Asociación Española de Empresarios de Transportes Bajo Temperatura Dirigida (ATFRIE) ve necesaria la participación del sector español del transporte de mercancías como “actor ejecutante” de la diplomacia española en la apertura de mercados de los alimentos españoles hacia la exportación y demanda “un canal de información continua” sobre internacionalización de mercados para seguir ejerciendo su responsabilidad en culminar la exportación de alimentos españoles”.
La asociación defiende la “decisiva” aportación de sus empresas para que los productos, que se producen en España y se exportan, “sean el engranaje para que la cadena siga generando riqueza en nuestro PIB”. No obstante, añade, “el sector tiene que conocer las condiciones de esos acuerdos comerciales y debe internacionalizarse más para dar respuesta a la culminación exportadora de los bienes españoles, que tanto aporta a las cifras macroeconómicas de España”.