Nuevamente volvemos a encontrarnos en las páginas de esta publicación especial que editamos a modo de gran tarjeta de felicitación navideña. Efectivamente, es una tradición de esta empresa que este año cumple 30 años, nada más y nada menos.
Como siempre me gusta recordar, esta es con seguridad la más importante de todas las publicaciones que hacemos a lo largo del año. No incluye grandes reportajes sesudos, noticias exclusivas o análisis pormenorizados, pero es la que contiene un mayor número de personas protagonistas.
Sorprende revisar las métricas de las noticias más leídas y descubrir que, más allá de las informaciones que por lógica informativa ocupan las primeras plazas, en el TOP 10 siempre están las informaciones que tienen que ver con las personas. Y tiene su lógica.
Como seres humanos que vivimos en sociedad tenemos una necesidad básica de interactuar con los demás. Necesitamos saber que no estamos solos, que los problemas que nos preocupan en ocasiones son comunes a muchas más personas y que las alegrías son mayores si las compartimos.
Conviene aplicarnos siempre en la humanización del sector, porque si caemos en la despersonalización iremos de cabeza hacia el fracaso más estrepitoso, que es el que nos hace independientes e insensibles con el entorno social que nos rodea.
La logística, esa actividad maravillosa que nos ocupa gran parte de la existencia, solo tiene sentido con la implicación personal de todos y cada uno de los que conforman los eslabones de la cadena. Ni siquiera los altos índices de digitalización o las innovaciones implementadas en las operativas son capaces de sustituir la indispensable presencia de las personas.
Y cuando hablamos de crear comunidad logística, de afianzar ese sentido de pertenencia y de remar juntos en dirección de un objetivo común, las personas no es que sean necesarias, sino que son lo único que pueden conseguirlo.