Tal y como ha explicado a este Diario Martínez Marín, “los empleos en la industria 4.0 dependerán de cuán formados estemos. Y es ahí cuando la formación especializada y profesionalizadora, que se actualice cada día, como la que hacemos en logística, nos asegurará ir evolucionando en un factor tan importante como el humano, con un ritmo al menos cercano al que lleva la tecnología”.
Factor humano, punto crítico
El director del Máster en Logística, Cadena de Suministros y Negocios Marítimos del Tecnocampus de Mataró advierte de la gran importancia que el factor humano tiene en algunos puntos críticos de la cadena de suministro, como es el caso de la última milla, algo a lo que muy pocas empresas dedicadas a la venta por internet parecen prestar atención. Y es que “el repartidor es la imagen de la empresa de paquetería y de la tienda online ante el cliente final”, tal y como recuerda la patronal UNO en relación a su proyecto de crear una Escuela de Repartidores “con el fin de homogeneizar la formación y establecer unos estándares para ejercer lo que ya es una profesión en auge”, precisa Jesús Martínez Marín, quien alaba “profundamente varias iniciativas que buscan mejorar este aspecto, entre las cuales destaco la de UNO”.
El máximo responsable del Máster en Logística del Tecnocampus recuerda que hoy en día “aspectos como la fiabilidad, la seguridad, la trazabilidad y la confianza, se convierten en factores determinantes para cualquier compra que hagamos, en un mercado en el que el e-commerce toma el protagonismo de forma avasallante y que desde la Academia debemos asumir la responsabilidad de acompañar con soluciones”.
Martínez Marín añade que “drones, coches, camiones, buques y aviones completamente autónomos existen ya en el mercado, a falta de que las regulaciones se adapten a las nuevas formas de mover personas y cosas; incluso dispositivos electrónicos de trazabilidad automática donde el cliente firma cuando recibe el producto y transmite el cambio de estatus en tiempo real. Todo cada vez más sostenible”.
El impacto real
También hay soluciones de ingeniería “propuestas para solucionar el famoso escollo de la última milla que, en la mayoría de casos, es caro, contamina y genera insatisfacción del cliente”. Sin embargo, el profesor universitario duda de que se haya realizado algún estudio riguroso que mida el impacto en las ventas generado por las incidencias o problemas en la última milla.
Jesús Martínez Marín reflexiona sobre “un servicio externalizado que se realiza con empresas de mensajería tradicionales; con costes intangibles que realmente tal vez no se sabe el impacto que tienen en las ventas; y es que todo este entramado de altísima tecnología, miles de pedidos por hora, muere al final en una persona, con una furgoneta, o motocicleta o bicicleta. Es decir: todas esas inversiones mueren en un ser humano con sus normales limitaciones. Y allí tal vez comienzan las preguntas”.
Entrega fallida
Y desarrolla su reflexión con un ejemplo en primera persona de compra de un producto a través de internet con una entrega fallida tras esperar durante horas al mensajero. El director del Máster en Logística, Cadena de Suministros y Negocios Marítimos del Tecnocampus se pregunta, entre muchas otras cuestiones, “¿qué razón ha tenido la persona que reparte los productos para no solo no entregar en la hora concertada y de paso para colocar una falsedad en el tan sofisticado equipo electrónico? ¿Dispone de los recursos suficientes para garantizar la entrega? ¿Dispone de la formación necesaria para afrontar el volumen de mensajería que existe en la actualidad? ¿Está bien dimensionada su función?”.
Jesús Martínez Marín subraya que “el intangible daño ya está hecho: el cliente ha perdido su día, nadie se lo va a pagar, ni le preguntarán a cuánto factura su hora laboral; al final y en muchos casos, el cliente, quien “presuntamente” es la razón de ser del negocio, aspira a que, con mucha suerte, recibirá el paquete o lo podrá recoger donde le vaya mejor a la empresa que gestiona y cobra esa última milla”. Al final, la conclusión de todo esto es que “el factor humano ha echado por tierra todo el desarrollo tecnológico que pretende un mundo más ágil y sostenible y, a la larga, da la razón a que también terminemos robotizando ese último trayecto”.