100 es un bonito y redondo número, propenso a captar la atención, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo ha aprovechado para reiterar un mensaje que viene repitiendo desde hace algún tiempo, el del descontrol en la trayectoria de la deuda pública global. En estos momentos ha alcanzado ya los 100 billones de dólares y, de no corregirse la tendencia, alcanzará el 100% del PIB mundial al final de esta década. Una cifra sin precedentes históricos en tiempos de paz (aunque este término, por desgracia, es relativo). El gráfico superior permite descubrir algún otro aspecto de interés al respecto,
Primero, previsiblemente la deuda se dispara en períodos de recesión (crisis financiera, pandemia), pero apenas se corrige en las fases expansivas, denotando una falta de preocupación generalizada al respecto. Segundo, siendo muy severo el problema en los países desarrollados, en los que la deuda ya supera el 100% del PIB agregado, el riesgo es aún mayor para las economías emergentes y en desarrollo, en las que el nivel de deuda sobre el producto ha crecido en más de dos tercios entre 2007 y 2024. Con costes de financiación sustancialmente mayores que en Occidente (cuando esa financiación existe), no es de extrañar que el número de países con dificultades para afrontar el pago de intereses sea creciente. Tercero, el ejemplo de las dos mayores economías es particularmente negativo: en Estados Unidos la deuda pública apenas se ha reducido tras la pandemia, y las perspectivas, sea cual sea el próximo Gobierno no son nada halagüeñas (más al respecto en nuestra Pregunta del mes). En China, el incremento ha sido dramático (el mayor entre las grandes economías) en la pasada década y media, se concentra en lo Gobiernos estatales y locales y explica la prudencia del Gobierno central al emprender políticas fiscales expansivas que, por otra parte, se precisan para sacar al país de un bajo (para sus estándares) nivel de crecimiento. Quinto, hay excepciones a esa trayectoria global, siendo la alemana, desde luego, la más destacada.
Nótese que estas alarmantes cifras coinciden en el tiempo con varios procesos que van a estresar las cuentas públicas en el corto y medio plazo: envejecimiento demográfico, lucha contra el cambio climático, retos de seguridad, la carrera de las nuevas tecnologías... No es el mejor punto de partida. Y, sin embargo, al menos en Occidente, no parece haber conciencia de la necesidad de abordar la corrección del continuo desequilibrio fiscal. Posiblemente, se espera que, de nuevo, los Bancos Centrales acudan al rescate si otro tipo de financiación más ortodoxa no es factible. Pero, a estas alturas, ya debería estar claro que la expansión cuantitativa de la década previa a la pandemia, sin negar su necesidad, ha tenido severos efectos negativos. El problema es aún más serio de lo que sugieren los 100 billones y el 100% del PIB.