En el contexto actual del comercio internacional, las empresas se enfrentan a riesgos y cambios significativos, impulsados en gran medida por la situación geopolítica actual, la inestabilidad mundial y el creciente número de normativas reguladoras. Estas condiciones están obligando a las empresas a tener que adaptarse rápidamente a nuevas circunstancias, cumplir con nuevas exigencias y requisitos, incluso, reestructurar su forma de operar para seguir siendo competitivas en el mercado global. Conflictos armados, tensiones políticas, catástrofes naturales y la crítica situación en el Mar Rojo, entre otros factores, están generando una notable incertidumbre entre los operadores.
A esto se suma un aumento de la inseguridad jurídica y controversias, así como la imposición de nuevas sanciones derivadas de la entrada en vigor de nuevas normativas europeas. La propuesta de reforma del Código Aduanero de la Unión, las regulaciones sobre protección del medio ambiente (como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono que se está aplicando de forma transitoria y el Reglamento (UE) 2023/1115 sobre la deforestación, que a priori parece que se ha pospuesto hasta 2025 su aplicación), y la propuesta de Reglamento sobre trabajos forzosos, están complicando aún más el panorama. La falta de una interpretación uniforme de estas normativas por parte de los Estados miembros y la diversidad de criterios entre las autoridades competentes agravan la situación.
Por ello, es fundamental que las empresas gestionen estos cambios de manera eficaz para minimizar riesgos y el impacto potencial en sus operaciones. Es esencial planificar cuidadosamente las operaciones de comercio exterior y desarrollar planes de contingencia que aborden no solo los aspectos comerciales habituales, sino también los operativos y aduaneros. Ignorar estos factores puede comprometer el éxito de una operación internacional.