Concluyó un año 2022 en el que la guerra en Ucrania y sus implicaciones sobre los mercados de materias primas energéticas y alimenticias (junto a otros factores, como las consecuencias económicas de la política de “COVID-cero” del Gobierno chino) complicaron sustancialmente el escenario macroeconómico previsto, tanto en Occidente como en el resto del mundo. De hecho, mientras la pandemia (China al margen) se diluyó como factor determinante en la evolución económica, el lector que recupere esta misma sección en la edición equivalente de Diario del Puerto Plus de enero de 2022 observará que el escenario principal aquí delineado derivó hacia el adverso por el resto de los factores de riesgos a la baja que apuntábamos, penalizando el crecimiento y, sobre todo, acelerando la inflación. Eso sí, las inyecciones de dinero público y el ahorro acumulado durante los meses centrales de la pandemia, como también sugeríamos entonces, ejercieron de factores compensadores. ¿Qué podemos esperar para 2023?
El escenario central para las principales variables económicas puede delinearse de la siguiente manera:
1. Crecimiento económico: las economías desarrolladas bordearán en su mayoría la recesión, aunque, salvo excepciones, su magnitud será limitada y su extensión breve. El endurecimiento monetario, la moderación de los subsidios fiscales y los costes de la inflación penalizarán la demanda de consumidores y empresas y, con ello, la producción de éstas. Pero la resistencia del mercado laboral, la permanencia de cierto exceso de ahorro acumulado durante la pandemia y la moderación de los costes energéticos deben ejercer de contrapuntos en la balanza. Atención especial a un amplio número de economías en desarrollo incapaces de atender la carga de sus voluminosas deudas.
2. Inflación: las tasas de crecimiento de los precios han comenzado una reducción que se acentuará, por los efectos de comparación con 2022, a partir de marzo de 2023. Pero este es el año en que se hablará mucho menos de la inflación general que de la subyacente (la que excluye el precio de la energía y los alimentos no elaborados). Esta última va a permanecer en niveles abiertamente incompatibles con cualquier noción de estabilidad de precios y hará imposible revertir la restricción monetaria en marcha. Una menor fortaleza del dólar, el escaso dinamismo económico y los altos tipos de interés ya mantenidos durante un período prolongado deben permitir una evolución de la inflación más favorable.
3. Mercado laboral: la evolución del desempleo en los últimos dos años ha sido muy favorable. En un entorno próximo a la recesión, el paro aumentará en la totalidad de economías desarrolladas, pero de forma contenida, lo que conducirá, simultáneamente, a apreciables subidas salariales.
4. Políticas macroeconómicas: la política fiscal, con niveles de deuda pública desmedidos, debiera abandonar la mayor parte de los estímulos a corto plazo. Desde luego, debe continuar la inversión de los fondos creados tras la pandemia para la transformación estructural, pero la clave del año estará en la política monetaria: el severo (y tardío) endurecimiento monetario de la segunda mitad de 2022 ya se ha moderado. No obstante, tanto las subidas de tipos de interés como la venta de activos continuarán, aunque seguimos estimando que las primeras serán menores de lo que el contundente lenguaje de las autoridades monetarias parece sugerir. La intensidad de esas subidas depende de cuatro elementos: inflación subyacente (malas perspectivas), magnitud y sentido de los subsidios fiscales (dudosas perspectivas), intensidad de las subidas salariales y de otras rentas (irregulares perspectivas, según los países) y anclaje de las expectativas de inflación (favorables perspectivas).