El tránsito entre los años 2024 y 2025 constituye un interesante punto de inflexión para los Bancos Centrales (BCs) occidentales. Como revela el gráfico adjunto, el comportamiento de todos ellos, con matices, ha seguido parámetros muy similares después de la pandemia. Se demoraron de manera injustificable en su respuesta a la espiral inflacionista, la mayor en medio siglo, iniciada a mediados de 2021. Aumentaron sus tipos de interés de referencia de forma rápida y contundente desde el verano de 2022 al otoño de 2023, hasta constatar una reducción significativa de la inflación. Y redujeron de manera pausada (y acertada), como aquí anticipábamos, esos tipos de referencia, porque, aunque las subidas de precios se muestran ya próximas a sus objetivos, algunos elementos, como los precios de los servicios, no se han controlado plenamente. Sin embargo, los próximos trimestres pueden mostrar una apreciable divergencia en el tenor de esos BCs.
Claro está, el impacto de las políticas de la Administración Trump tendrá mucho que ver en ello. Si se llevan realmente a la práctica las medidas anunciadas, se trata de un paquete que elevará el crecimiento, la inflación y los desequilibrios estadounidenses. A corto plazo, reforzará el dólar y obligará a la Reserva Federal a frenar el descenso de tipos que tenía anticipado, más de lo que actualmente se anticipa, hasta el punto de que resulta dudoso que se reduzcan incluso en los 50 puntos básicos que se pronostica como el mínimo para el conjunto de 2025. Por el contrario, Europa, con economías languidecientes y menos desprecio por el equilibrio fiscal del que viene mostrando Estados Unidos, reducirá los tipos de interés en mayor medida. Canadá, donde las turbulencias políticas y las implicaciones del proteccionismo estadounidense son aún mayores a las europeas, se encuentra ante un escenario similar. Australia, donde la inflación se muestra más persistente, tiene mayor margen de descenso, sobre todo si la economía china sigue sin repuntar.
No obstante, es probable que la magnitud de los recortes en todos estos países sea menor de la que actualmente descuentan los mercados. Primero, porque la depreciación de sus monedas respecto al dólar es inflacionista (y capaz de compensar en sus exportaciones los presuntamente crecientes aranceles estadounidenses). Segundo, porque los Bancos Centrales pueden ser reacios a regresar tan pronto a tipos próximos a cero, con implicaciones negativas ya conocidas. Y, no lo olvidemos, siguen teniendo balances superiores a lo normal, y ralentizar su normalización puede ser una línea alternativa de relajación monetaria.
Por tanto, tipos serán a la baja en 2025, en menor medida en Estados Unidos que en el resto de Occidente, pero probablemente en inferior medida, en todos los casos, de lo actualmente descontado.