En estos momentos resulta difícil hablar con objetividad del turismo de masas, en especial, en los lugares que sufren con mayor intensidad su presión cotidiana.
Por lo tanto, vamos a ver si se puede seccionar en trozos el problema y valorar las soluciones susceptibles de ser aceptadas mayoritariamente por la sociedad, sobre todo dado el impacto del debate en una actividad con trascendencia en el ámbito portuario como son los cruceros.
Nadie discute la importancia económica del turismo. Su peso en el PIB de España (12,8% en 2023) o en el de cualquier comunidad (en especial las que reciben los mayores flujos de turistas), es, hoy por hoy, insustituible. No hay sector que pueda absorber a medio plazo la mano de obra que trabaja en el mismo. Se pueden y deben adoptar medidas que propicien un cambio de estructura productiva (por ejemplo, apostando de verdad más intensamente por la industria que hoy apenas representa el 15% del PIB de España), pero son actuaciones que, con suerte, surtirán efecto a largo plazo y los problemas los tenemos ahora y hay que hacerles frente en este momento.
1 Ritmo de crecimiento.
El primer problema al que nos enfrentamos en el turismo es el ritmo de crecimiento. Este año hasta abril la llegada de viajeros ha crecido un 14,5% y según los expertos podemos alcanzar la cifra de los 100 millones de visitantes. ¿Estamos preparados para esa avalancha de turistas?
Desde la crisis del COVID se ha desatado en todas las sociedades un ansia especial por viajar, visitar nuevos espacios, ciudades, paisajes, países cercanos y exóticos. Desgraciadamente estos deseos, en muchos casos, no se centran tanto en conocer ese destino, su cultura o sus habitantes, sino simplemente ponerlo en nuestro mapa de viajes y poder decir “ya he estado allí”.
Si a estas ansias de movilidad le unimos la buena prensa internacional (seguridad, cultura, comida, aceptación social, precios comparativos adecuados, buena conectividad, etc.), el resultado está siendo índices de crecimiento del turismo difícilmente asimilables por la propia estructura urbanística disponible e incluso por los ciudadanos.
Ahora bien, este crecimiento tan acelerado es difícil de controlar. Tiene, como todo en la vida, elementos positivos (pone el territorio en valor internacional, incentiva la inversión y creación de empleo en otros sectores, etc.), pero distorsiona los hábitos y costumbres de los ciudadanos hasta hacerlos, para mucha gente, inaguantables (desaparece el comercio de barrio sustituido por bares, tiendas de suvenires, etc., presiona sobre los precios al alza, hace imposible caminar apaciblemente por muchos de los espacios urbanos congestionados, agobia hasta sentarse en una terraza para ver el fluir de la vida urbana, etc.). En definitiva, un montón de cambios, que se producen en un corto espacio temporal y acaban por generar un rechazo social (“turistofobia”) en muchos colectivos.
Al fin y al cabo, no todo podemos reducirlo al crecimiento de las variables económicas y sociales si al final el proceso descarrila y nos aboca al malestar ciudadano. El PIB, por sí solo, no es el indicador adecuado para medir el bienestar social. Hay que complementarlo con otros indicadores.
Creo que, en este momento de congestión y problemática urbana, una tasa turística razonable es necesaria, eso sí, con el compromiso de dedicarla íntegramente a compensar y complementar los servicios urbanos en los centros más congestionados. La experiencia de otras ciudades nos indica que en donde se ha establecido, no ha sido la solución del problema, pero tampoco ha ocasionada efectos adversos, pero bien controlado puede permitir obtener recursos a las ciudades con los que compensar los costes en los puntos donde estos se produzcan.
2 Estacionalidad.
El segundo problema del turismo es la estacionalidad (gráfico nº 1). A pesar de los esfuerzos, del clima maravilloso del Mediterráneo o de las islas, del cambio climático, etc., hay otros muchos factores que impiden una reducción acusada de la estacionalidad como son las políticas de empleo y vacaciones de las empresas, los colegios, los deseos de playa y calor como principal relax vacacional, etc. En cualquier caso, y aunque sea difícil hay que hacer todo lo posible por seguir con las políticas de desestacionalización del flujo de visitantes. Tenemos multitud de ejemplos que llevan muchos años peleando con este problema. Veamos los que han tenido cierto éxito y apliquemos sus estrategias.
3 Beneficios.
El tercer problema al que nos enfrentamos es que los beneficios se distribuyen entre muchos sectores productivos y colectivos sociales. Mientras que los costes se concentran en núcleos y áreas reducidas y en los ciudadanos que viven en esos espacios.
4 Pisos turísticos.
El ejemplo más evidente son los pisos turísticos que, sin lugar a dudas, se ha convertido en el cuarto problema al que enfrentarse. Siempre han existido habitaciones y pisos en alquiler, pero el desarrollo reciente y los pisos turísticos por días son una modalidad reciente. Además, esta oferta (que se han duplicado en los últimos diez años) se ha transformado en una alternativa financiera muy rentable y está proliferando prácticamente en todas las ciudades.
Si el turismo crece a tasas muy elevadas y limitamos, como hicieron algunas ciudades, la construcción de nuevos hoteles, o los precios de los mismos se disparan hasta cifras inasumibles por muchos colectivos, la salida natural será buscar otras alternativas, reguladas o irregulares.
Como se puede observar en el cuadro nº 1 la forma de organización del viaje que más ha crecido en España en estos 4 primeros meses del año ha sido la vivienda en alquiler con un 37% de crecimiento, mientras que el hotel lo ha hecho en un 11,4%
El resultado de ese desajuste está siendo la generación de importantes beneficios por parte de las empresas especializadas en este tipo de oferta y de un colectivo reducido de propietarios que han optado por invertir en esta modalidad, mucho más rentable, sin lugar a dudas, que el alquiler.
Como contrapartida, se están generando multitud de problemas en las ciudades, como la subida de los precios de los alquileres, la marginación y expulsión de crecientes colectivos de residentes por el incremento de precios inasumibles para sus rentas, depreciación de las viviendas, en definitiva, generando un grave impacto directo en el mercado habitacional. A la vez, se generan espacios urbanos congestionados, barrios cargados de alojamientos, en muchos casos, sin control, y sin las medidas urbanas complementarias que palíen los inconvenientes (suciedad, ruido, fiestas continuas, desprecio a los espacios comunes, demanda de servicios urbanos, insomnio, irritabilidad, estrés, desapego hacia el espacio en que vives y has vivido, que ya casi no reconoces, etc.).
Aquí tenemos otro campo de actuación clave. Regular y planificar los pisos turísticos buscando, por ejemplo, su dispersión geográfica evitando su concentración urbana, tratarlos como una actividad económica más, etc. Incrementar el control: que cumplan la normativa aprobada. Y, por último, complementar los servicios públicos y sociales (vigilancia, control de ruido, limpieza, transporte, etc.) que permita atender esa demanda sin perjudicar a los vecinos residentes en las mismas.
5 Concentración geográfica.
Un quinto problema consiste en la concentración geográfica de los turistas. Si nos fijamos en el cuadro nº2 seis comunidades autónomas reciben el 91% de los turistas que visitan España. Por lo tanto, el problema se concentra en estas 6 regiones y no con igual intensidad.
Si tomamos como un indicador proxy del problema de la concentración turística por CCAA la relación entre turistas recibidos y la población total de esa comunidad (cuadro nº2), rápidamente detectamos que la Comunidad con mayor impacto es sin lugar a dudas Baleares, seguida de Canarias y a mayor distancia Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía. Insisto que es un indicador muy elemental. Por ejemplo, no todo el territorio de esas comunidades está sometido a igual presión turística.
6 Concentración urbana.
Un sexto problema consiste en la concentración urbana de las visitas. Todos quieren/queremos pasear, lógicamente, por los maravillosos cascos históricos que tenemos en casi todas las ciudades, visitar los edificios y espacios más emblemáticos, tomar un café/cerveza o lo que sea frente algún punto especialmente reconocible de esa ciudad. Y es una pena, porque alrededor de cada centro de referencia turística seguro que encontramos infinidad de destinos de interés susceptibles de ser visitados.
7 Medios de transporte.
Un séptimo problema es la superposición de vías acceso por las que nos alcanza esa avalancha de turistas. En este caso, nunca mejor dicho, por tierra, mar y aire. Lo mismo vienen en coche o autobús, en tren, en vuelos low cost o en cruceros. Sin embargo, y este dato es muy importante, el 84% de los turistas recibidos se desplazan en avión. Esta matización es clave pues cada medio tiene y nos plantea una problemática diferente.
Empecemos por lo fácil. La demanda de hoteles y pisos turísticos afecta en mucha mayor medida a los que vienen por tierra y aire que a los cruceros que ya tienen su alojamiento, salvo los que utilizan un puerto como punto inicial o final del crucero (pero en este caso los beneficios aportados por el crucerista a la ciudad, obviamente, son superiores a los que vienen solo de visita de unas horas).
Otra diferencia entre los medios de transporte y que cada vez es más importante contemplar es la contaminación. Existen multitud de estudios sobre las emisiones de CO2 de cada medio de transporte. De acuerdo con un trabajo que recoge y compara todos los medios de transporte (https://www.bbc.com/mundo/noticias-49461967), el avión y los cruceros son los más contaminantes, seguidos del automóvil, el tren, el autobús y el barco. Bueno, si tenemos esta información, ¿por qué no penalizamos a los medios más contaminantes?
Finalmente, en esta breve referencia a los diferentes impactos de cada modo está el ruido, ruido emitido por el modo de transporte y por las personas que visitan la ciudad, los turistas. Este es un elemento especialmente desagradable, generalizado a todos los medios de transporte, y que, en algunos casos, se podría intentar paliar. Por ejemplo, obligando que los guías o responsables de cada grupo utilicen pequeños transmisores. O reducir/limitar el paso de coches de no residentes por el centro de la ciudad, etc.
8 Generalización indiscriminada.
Para concluir, un octavo problema consiste en la tendencia a globalizar indiscriminadamente el diagnóstico y el análisis. Cuando hablamos de la masificación, realidad cierta e indiscutible, tenemos, como he señalado al principio, que diferenciar agentes causantes y problemas que cada uno de ellos provoca para poder aplicar las medidas de una manera objetiva y eficaz de cara a conseguir el objetivo: reducir la masificación.
No podemos decir que la masificación la provocan todos por igual. No podemos meter en el mismo paquete aviones y cruceros, hoteles y pisos turísticos. Ni contaminan lo mismo, ni aportan igual número de visitantes, ni generan iguales problemas.
Reflexión a modo de conclusión.
Para concluir quiero hacer una reflexión muy personal. El turismo no es un invento de este siglo. Hace ya 5.000 años el turismo se realizaba entre las grandes, importantes, e históricas ciudades de Mesopotamia. Y hace más de 3.500 se hacían cruceros por el Nilo. Ahora bien, mirando a nuestro pasado algo más cercano, la clase más rica y acomodada de Europa empezó a hacer turismo primero por Europa en ferrocarril de lujo y luego, con la aparición de Thomas Cook (la primera agencia de viajes reconocida), por el mundo.
El turismo era un producto de lujo, para unas minorías muy selectas y privilegiadas. La aparición del automóvil, y después del avión, abrió con los años la posibilidad de hacer turismo a las clases medias altas de la opulenta sociedad europea.
El turismo de masas se inicia durante los años 50 y 60 del siglo pasado. A partir de aquí su crecimiento ha sido exponencial. Los vuelos low cost (conocidos en EEUU desde los años 50) se generalizaron en Europa con la liberalización del espacio aéreo y la competencia. En el caso de los cruceros (igualmente, sus antecedentes son muy lejanos) su gigantismo es un episodio reciente, impulsado, por la demanda, la reducción de costes y la aplicación de tecnologías más eficientes y menos contaminantes. El resultado ha sido que el turismo se ha hecho accesible a contingentes crecientes de población que anteriormente quedaban excluidos simplemente por la barrera económica.
Y ahora viene la reflexión. Los avances en la aviación y en el mar han acercado a mayores colectivos de personas a disfrutar de experiencias que anteriormente estaban reservadas exclusivamente a la clase más privilegiada. El problema es que ahora esos contingentes de población han masificado el turismo haciéndolo insoportable para los ciudadanos receptores. ¿Qué hacemos? ¿Buscamos de nuevo introducir una barrera económica para eliminar/impedir que venga esa población? ¿Optamos por el turismo de lujo dándole facilidades y limitando el turismo menos “interesante” desde el punto de vista económico?
Es evidente que en este tema tenemos una doble moral. Nos gusta ir en cruceros o vuelos low cost a visitar otras ciudades a precios asequibles, pero no queremos que los ciudadanos de esas ciudades que visitamos vengan a la nuestra y nos creen incomodidades. ¿Cuál es la solución? ¿Prohibirlo todo? ¿Qué colectivo de ciudadanos saldrá más perjudicado?
No creo que esa deba ser la solución. Habrá que ser mucho más imaginativo, pero, eso sí, habrá que hacer algo, y habrá que hacerlo ya.
Pernoctaciones vs cruceristas en Valencia
Una reflexión interesante es la relativa a los cruceros. Utilizaremos el ejemplo de la ciudad de Valencia (cuadro nº4), pero podría realizarse el mismo ejercicio para el resto de ciudades receptoras de turistas por diferentes medios de transporte.
Pues bien, de acuerdo con las estadísticas aportadas por visitvalencia.com, la ciudad de Valencia recibió el año 2022 (último año con cifras publicadas) 2.197.133 viajeros (1.340.251 extranjeros) que generaron 5.325.710 pernoctaciones. Una gran parte de estas las realizaron los extranjeros llegados a Valencia en avión utilizando alguna de las 72 conexiones internacionales de Manises.
Frente a estas cifras, el número de cruceristas llegados a Valencia en el año 2022 fue de 623.169, de los cuales menos del 10% (unos 60.000) pernoctó una noche en Valencia. El resto utilizó el barco como residencia. Por lo tanto, hay que comparar los 60.000 cruceristas con los 2.197.133 que lo hicieron llegando a Valencia por otros medios fundamentalmente el avión.
Ciertamente, durante el tiempo que está el crucero en el puerto y los viajeros bajan a conocer la ciudad, se superponen al resto de visitantes y acaban generando una importante congestión urbana.
Si sumamos los meses de julio, agosto, septiembre y octubre (los meses de mayores pernoctaciones y cruceristas) tenemos: Pernoctaciones 886.323 y cruceristas 388.570. ¿Quién genera la masificación? ¿Quién demanda los apartamentos turísticos y/o los hoteles, el avión o el crucero? Si a estas cifras añadimos el impacto de la contaminación de cada medio, ¿cuál debería ser la prioridad a la hora de tomar medidas correctoras?
Medidas a adoptar
Creo que hay que dejar la tarea del turismo a los responsables directos de la gestión de sus problemas. Sí que tengo claro que la prohibición no es la solución. Es la negación de la propia capacidad política de corregir y controlar algo.
El catálogo de medidas, desde mi modesto punto de vista, puede ser infinito, pero por algo hay que comenzar:
- Realizar un estudio de capacidad óptima de las ciudades que permita saber de una manera objetiva cuál es el techo al número máximo de turistas.
- Aprobación (aunque me genera rechazo) de una tasa turística razonable (5/10 euros noche) para dedicarla a paliar los efectos negativos de esa concentración.
- La tasa no debería ser lineal sino progresiva en función de los problemas que ocasiona. Un hotel no es lo mismo que un piso turístico.
- Limitar la compra de casas por extranjeros en esos espacios.
- Promocionar la construcción de viviendas, en especial la vivienda social, y regular el acceso a la vivienda (según estimaciones conservadoras se necesitan unas 600.000 viviendas en España).
- Igualmente, se debería penalizar en mayor medida con la tasa turística, o por otros cauces, los medios de transporte más contaminantes.
- Planificar, regular, controlar, vigilar la oferta de pisos turísticos.
- Tal vez incluso, limitar la oferta de pisos turísticos, a la vez que intentamos apoyar su dispersión urbana.
- Mayor gasto en servicios públicos (mantenimiento, limpieza, transporte, seguridad, etc.).
- Apoyo fiscal al comercio de barrio que cumple una labor social muchas veces ignorada.
- Buscar medidas que palíen el ruido.
- Aunque sea muy difícil, tratar de controlar y poner horarios a la entrada a los cascos antiguos, al menos en los espacios más visitados.
- Hablar con las empresas (entre ellas las de cruceros) para apoyarles, en la medida de lo posible, en la desestacionalización de su oferta.
- Igualmente, con los cruceros, apostar por la diversificación geográfica de las visitas.
- Regular la entrada de cruceros (2/3/4 cruceros al día).
Evitar que un caso de éxito (el turismo en España) se transforme por la pasividad de las administraciones en un sentimiento colectivo de rechazo (“turismofobia”), que no existe en la actualidad.