Mientras continúa con su labor de diversificación tráficos con el reciente inicio de una línea de contenedores con Amberes, en el Puerto de Pasaia la chatarra sigue siendo uno de sus principales aliados. De hecho, la chatarra le está permitiendo a la dársena guipuzcoana prolongar en estos primeros meses de 2015 la senda alcista de actividad iniciada a finales de 2013. Pero en esta ocasión, la chatarra (que, por cierto, debe el origen de su nombre a la palabra vasca "txatarra", derivada a su vez de "zaharra", y que en euskera significa "viejo") no se nos muestra aquí como una mera estadística en los tráficos portuarios. La chatarra, sí, ese "conjunto de trozos de metal viejo o de desecho, especialmente el hierro", como lo define la Real Academia de la Lengua, es bella. "La chatarra es bella", repito de un tirón. Ese conjunto de trozos de metal viejo, apilado en el muelle del puerto, compone un lienzo que ni el artista más vanguardista alcanzaría a componer con la desordenada perfección con la que se muestra aquí ante nuestros ojos. Ojos que escudriñan entre los trozos de metal viejo o desecho restos de objetos que un día cumplieron la función para la que fueron creados. El manillar de una bicicleta, las varillas de un paraguas, la tapa de un bidón de aceite, tubos y cables retorcidos, piezas y mecanismos deformados y cubiertos de óxido...que utilizan el puerto como purgatorio, antes de sucumbir a las llamas del horno alto de la acería. La chatarra es bella. Y al igual que la energía, ni se crea ni se destruye. Solo se transforma. Foto J.P.