Madrid. Sin solución de continuidad, esta semana hemos visto cómo Trump suspende la ayuda militar a Ucrania para presionar a Zelenski; cómo se ponen en marcha los aranceles del 25% a México y Canadá; e incluso cómo se anuncia que habrá, además, aranceles a los productos agrícolas a partir del 2 de abril. Tales noticias se suman a las ya conocidas en cuanto a la voluntad de Trump de apropiarse de Groenlandia, apoderarse de los minerales de la tecnología en Ucrania, renombrar el Golfo de México como Golfo de América, recuperar el Canal de Panamá o construir casinos en Gaza. “Y esto es apenas el comienzo”, pronunció Donald Trump, durante su discurso ante las Cámaras el pasado martes, aplaudido por el vicepresidente, J. D. Vance y el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson.
Una de las medidas mas destacadas de la nueva administración es la implementación de aranceles universales que oscilan entre el 10% y el 20% sobre todas las importaciones, con tasas específicas que podrían alcanzar hasta el 60% en ciertos productos provenientes de China. Esta estrategia busca proteger las industrias estadounidenses, encareciendo los productos extranjeros y alentando a los consumidores a optar por bienes de producción nacional. La administración argumenta que estos aranceles ayudarían a reducir el déficit comercial, proteger empleos e incentivar la relocalización de la fabricación en Estados Unidos. Además, se ha propuesto renegociar el Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), utilizando el pacto comercial como herramienta para influir en áreas como la seguridad nacional y la inmigración. Este enfoque refuerza la agenda proteccionista de Trump, buscando devolver a Estados Unidos su posición hegemónica mediante políticas que priorizan los intereses nacionales.