“Tenemos que tomar consciencia de ello”, añadió, “y la regulación que la Comisión Europea (CE) ha marcado pide que sea el cliente quien demuestre que las navieras no cumplen”.
En esta línea, Jordi Espin recordó que la European Shipper’s Council comenzará en breve su encuesta anual para los cargadores, “donde debemos aportar nuestro punto de vista”, información que posteriormente se trasladará a la CE y a la OCDE.
El sector se encuentra en “un punto de inflexión”. Espin hizo hincapié en la necesidad de definir los estándares entre navieras y cargadores, así como los indicadores que demuestren cómo funciona el mercado, que resume en “el número de contenedores que se quedan en tierra cada mes; cuántos han sido forzados a embarcar en otros buques; la congestión que existe en cada puerto, y el criterio de embarque, más allá del precio”.
“Banalizar” el servicioDurante los últimos años, las navieras han demostrado que su cuota de mercado “la obtenían de la estabilidad y de la sobrecapacidad”. Sin embargo, “ahora han abandonado este modelo” y buscan “mejorar su rentabilidad a cambio de banalizar completamente el servicio”, afirmó Jordi Espin.
De hecho, hace unos años “nadie sabía lo que era un blank sailing”, asegura, “y en el año 2020 se produjeron un total de 84 blank sailings entre Asia y el Mediterráneo, mientras que en 2019 la cifra se situaba en 40 y en 2018 en 22”.
“A los cargadores nos toca ser resilientes, lo que es muy caro”, destacó Espin, quien aconseja restaurar la cadena de confianza y tener contratos ejecutables por amabas partes, con indicadores y estándares. “Trabajamos con la Digital Container Shipping Association (DCSA) para crear estándares que no sean discutibles por los cargadores ni por los transportistas”, incidió el secretario general de Transprime.