Con la oferta de transporte por carretera en máximos históricos pero, también, con la demanda disparada y, sobre todo, con una palmaria falta de conductores, a partir del 23 de octubre entrarán en liza las 44 toneladas.
Agotados ya los argumentos y los contrargumentos y, sobre todo, derrengados de tanto argumentar y contrargumentar, llegamos veinte años después por fin a la orilla para mirarnos desnudos en el eterno espejo del debate esencial: sí, los precios deberán corresponder a los costes y, sí, para ello... hay que confiar.
Bueno, desnudos no, porque precisamente si a estas horas de la mañana la sangre no ha llegado al río es porque el sector exigió hasta la extenuación y logró con tintes históricos unas condiciones normativas que ahora le van a permitir (veremos por cuanto tiempo) disfrutar de la sartén y el mango y, tal y como aseguran con convicción tanto patronales de cargadores como de transportistas, elegir los clientes o rechazarlos en función de si pagan o no el precio justo. Es el ansiado nirvana... que esperemos dure, pues una cosa es que la oferta te sitúe en una posición de fuerza y otra que no pare de restringirse y todo acabe en asfixia.