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Aciertos, desaciertos y desconciertos

  • Última actualización
    29 noviembre 2023 05:20

“Esta apúntatela bien apuntada para tu próximo libro”, me dicen sin cesar en los últimos días quienes bien me quieren y además aprecian el profuso anecdotario político que enriquece mi nueva novela “El cese”, sin terminar de dimensionar que todo lo vivido en estos años ya da de por sí para varios volúmenes y que, sobre todo, gran parte de lo que ahora estamos viviendo, y a veces nos parece nuevo, ya ha tenido lugar con anterioridad, incluso con tintes más enrevesados, porque esto de nombrar y cesar cargos es una liturgia cíclica regida por los mismos valores, las mismas pasiones, los mismos agujeros negros y las mismas incomprensibles e insoslayables leyes no escritas de la política.

Hagamos filosofía de ese apasionante momento en el cual un simple mortal se convierte, de súbito, en un “cargo público”. ¿Cuándo se produce esa consagración, cuándo la paloma insufla su espíritu y santifica de los pies a la cabeza al nuevo responsable de la cosa, cuándo es el momento exacto en el que es signado con el crisma y el oléo sagrado escurre por sus carnes elevándole a esa nueva dimensión pública?

¿Acaso cuando el ministro le comunica formalmente su designación en presencia o por teléfono? ¿Acaso cuando a continuación se filtra a un medio de comunicación? ¿Acaso cuando se aprueba formalmente su nombramiento en el Consejo de Ministros? ¿Acaso cuando lo hace público el portavoz del Gobierno al término del mismo? ¿Acaso cuando se publica con todas sus letras en una nota de prensa con el membrete del departamento correspondiente? ¿Acaso cuando lo vuelven a publicar los medios de comunicación de acuerdo con la nota de prensa? ¿Acaso cuando al día siguiente lo publica el Boletín Oficial del Estado? ¿Acaso cuando el interfecto planta su mano sobre un cojín festoneado y promete o jura su nueva posición tanto por su conciencia como por su honor? ¿Acaso cuando por fin se persona en el recinto sacrosanto y planta su trasero en el sillón de cuero asignado...?

Todo es demasiado reciente, tierno, volátil

Pues acaso en todas esas circunstancias y acaso en ninguna de ellas, pues lo que el anecdotario nos muestra y demuestra es que aquí no te puedes fiar de nada ni de nadie.

Permítanme recordar aquellas dos semanas de abril de 2004 de esperpento y perplejidad en las que en sucesivas reuniones del Consejo de Ministros y con notas de prensa de por medio, Fernando Palao fue nombrado oficialmente (y por error) nuevo secretario general de Infraestructuras y Mariano Navas nuevo director general de la Marina Mercante. El primero se quedó sin foto oficial de toma de posesión al día siguiente, pues tuvo que esperar otra semana más para ya sí ser nombrado correctamente como secretario general de Transportes.

Con Mariano Navas el tipex funcionó más ágilmente y a las pocas horas ya figuraba como debía, como nuevo presidente de Puertos del Estado, pues les bastó con hacer un apaño como si hubiera sido un error de la nota de prensa, cuando el fallo cometido había sido el mismo que con Palao.

Lo vivido en las últimas horas con el atropellado intento de nombrar en cascada a toda la cúpula de Transportes, que se pretendía que tomara posesión sin haber habido tan siquiera publicación en el Boletín Oficial del Estado, nos trae estos mismos recuerdos, en los que la información fluye pero no termina de haber absoluta fiabilidad ni en los canales oficiales y ni tan siquiera en los propios implicados como fuente. Todo es demasiado reciente, tierno, volátil como para pretender que todo esté atado y bien atado y que en cualquier momento no haya sutiles o graves modificaciones.

Por cierto, un acierto lo de Dapena, un desacierto lo de Domínguez y un desconcierto lo de Rallo. Así de claro.