Seré imprudente porque voy a hacer un pronóstico de lo que va a suceder en los próximos días: los técnicos van a decir que la Declaración de Impacto Ambiental de 2007 es válida y que, por lo tanto, no procede tramitar una nueva. Ahora bien, se va a incidir en que las medidas correctoras previstas van a tener que ser modificadas y ampliadas para recoger, entre otras cosas, la mayor parte de las solicitudes planteadas durante el periodo de información pública del proyecto de TiL (MSC) en el que se han presentado alegaciones al proyecto. Quédense con la idea, no con la forma.
Con esta conclusión no se va a aplacar la ira de quienes pretenden paralizar, aniquilar y extinguir cualquier cosa que huela a puerto (eso no acabará nunca), pero sí se van a aportar argumentos para que los políticos que se han alineado con las tesis negacionistas construyan un discurso con el que puedan sacar pecho asegurando que, gracias a su acción y posicionamiento, la Ampliación Norte será más sostenible, más verde, más molona y más de todo.
No soy pitoniso, ni mucho menos; de hecho, estoy comprando papeletas para que me den un zasca en toda la boca. Lo asumo. Lo que ocurre es que observando cómo se van modulando los discursos de nuestros representantes políticos, analizando el contenido de los mensajes que se van deslizando y teniendo en cuenta que ya se ha cerrado el periodo de provisionalidad en el que el posicionamiento más tonto podía romper el acuerdo de gobierno, lo lógico es pensar que la lógica se va a imponer. ¿Optimista? Seguramente.
Ha habido en todo este asunto un ingente trabajo sordo y no reconocido de dirigentes portuarios, asociaciones empresariales y empresarios que se han armado de paciencia para derrochar grandes dosis de pedagogía portuaria; han aguantado impertérritos los argumentos más peregrinos y han combatido el engaño y la mentira con datos y realidades.
La sociedad valenciana, la española en su conjunto, ha demostrado una irresponsabilidad notable. Hemos de ser conscientes de que si MSC decidiera retirar su proyecto, esa inversión no se iría a ningún otro puerto del país. La naviera suiza ha apostado por Valencia y por la conectividad de su hinterland y de su foreland. Si desaparece la opción Valencia, desaparece automáticamente el proyecto de nuestro país. Eso es así.
Ayer mismo se cerró el plazo de presentación de alegaciones para la decisión de la APV de seleccionar la oferta de TiL para la Ampliación Norte. Como suele suceder en estos casos, ha habido muchas, aunque conviene señalar que muchas de ellas son coincidentes, o las mismas, en tanto que las plataformas o asociaciones multiplican sus alegaciones entre los asociados. Las ha habido en contra, evidentemente, pero también ha habido muchas y muy significativas en positivo. De hecho, la práctica totalidad del entramado empresarial se ha posicionado radicalmente a favor del proyecto de Valenciaport.
Llegado el momento de la verdad tendremos que analizar si han valido la pena todos los esfuerzos, desproporcionados en muchos casos, para tratar de tumbar una de las pocas opciones que tenemos en el país de progreso, generación de empleo y crecimiento social y económico.