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Algunas faenas no las quiere ni dios

  • Última actualización
    03 enero 2025 05:20

Rogamos, en estos comienzos de año, para que las cosas vayan mejor. Al fin y al cabo, cuando se quieren respuestas contundentes, nada mejor que dirigirse a quien, si quiere, puede. Lo que pasa es que, por definición, por aquello del libre albedrío, ya está más que demostrado que no, que no quiere, que lo deja todo al criterio del ser humano. Y así nos va. La solución pasa por cambiar de dios, o ... por cambiar nuestros dirigentes.

En ambos casos hay muchas opciones, pero no parece que tengamos claro cuál será peor. Obviamos que todo o casi todo lo bueno y malo que ha pasado y pasa tiene un origen poco divino y más mundano, más cercano, más del día a día. No tenemos que mirar al cielo para encontrar culpables de tanta desgracia. Con mirar al olimpo terrenal de los mandatarios, vemos, si queremos ver, que el verdadero origen de buena parte de lo que nos pasa está en los que nos gobiernan.

Guerras, violencia, inundaciones, incendios... tienen su origen en nuestros gobernantes. No necesitamos un dios perfecto para un mundo mejor. Necesitamos unos políticos válidos.

El problema es que la labor de los dioses no está en nuestra mano. La elección y la continuidad de los políticos sí lo está, aunque eso supone trabajo, reflexión, movilización y votos. Mucho más cómodo, por tanto, ser pusilánimes, quejarnos ... y rezar.

Si no apretamos el presente de quienes tienen en su mano nuestro futuro, no nos quedará ni el derecho a quejarnos

No es ajeno nuestro sector a todo esto. Podemos seguir lanzando peticiones al aire, a quien corresponda, sobre los problemas que acechan el futuro de nuestro pan y nuestra sal. Así, al ETS le sigue el FuelUE, a la saturación de los puertos le seguirá el colapso; a los retrasos en la recepción y entrega de contenedores le sucederá la negativa a mover camiones; a la ruina de los transportistas le seguirá la desaparición de ese colectivo; a la falta de mano de obra le seguirá la prolongación de la edad de jubilación, hasta el infinito y más allá; a la guerra contra la inmigración, esa que mantiene nuestro nivel de vida, le seguirá la súplica para que venga gente joven, de donde sea, que nos ayude a conducir camiones, servir mesas, atender a mayores, construir casas... pagar nuestra pensión. Hacer de este sector algo cada día menos atractivo y quejarnos de que nadie quiere trabajar en él, no es el camino más certero. Como tampoco parece que lo sea eso de no tener accesos para los tráficos que vienen, y prohibir reivindicarlos.

Podemos rezar, pero si no ponemos de nuestra parte, si no apretamos el presente de quienes tienen en su mano nuestro futuro, no nos quedará ni el derecho a quejarnos. Dios hace tiempo que delegó el hombre en el hombre. Queramos o no, gran parte de lo que nos pasa es, por tanto, culpa o mérito nuestro.

Con esto, no podemos obviar que el reto que nos plantea este recién estrenado 2025 es mayoritariamente nuestro. En lo personal nuestra influencia es directa. En lo profesional, si queremos lograr metas, algunas añejas, otras nuevas, no nos quedará otra que ordenar objetivo y acciones de presión conjunta. O eso o ir, entre otras cosas, a una congestión cíclica primero y permanente después.

Tengamos en cuenta que si los dioses no están para parar las guerras, ni les cuento las ganas que tienen de meterse en nuestro sector, donde hay faenas que ya no las quiere ni dios. Aprobar este año alguna de las asignaturas pendientes ha de ser por nuestras acciones, más que por nuestras oraciones. ¿Vamos a ello?