Tal día como hoy en que escribo estas líneas, un 5 de febrero, pero de 2020, me encontraba en Berlín, a las puertas de la Berlin Messe, para participar en una edición más de la feria Fruit Logistica, el evento líder mundial para la cadena de suministro de la industria hortofrutícola. Hace hoy cuatro años, el COVID-19 aún era una amenaza lejana, cierta pero improbable que se convirtiera en la pandemia que finalmente resultó ser.
Aún no habíamos tomado conciencia de lo que iban a significar aquellas siglas que, por cierto, aún no servían para designar de forma oficial al nuevo virus. De hecho, recuerdo cómo para acceder a los pabellones se requería cumplimentar un formulario negando tener cualquier síntoma ligado al virus, entonces denominado “2019-nCoV”.
Recuerdo también cómo ya en el interior del recinto, me impactó la visión de los numerosos stands de la delegación china, completamente decorados, pero inanimados, vacíos de personas. Ya por entonces, China había cerrado sus fronteras mientras en Europa la vida seguía su curso. No sin preocupación, como aquella misma mañana me reconocía personalmente el CEO de Hapag-Lloyd, Rolf Habben Jansen, en el stand de la naviera.
El resto ya es historia. Han pasado cuatro años. Lo que dura una legislatura estable. El tiempo entre una Olimpiada y otra. Entre Mundial y Mundial. Lo que vale la garantía de un automóvil. O los años que invierte un estudiante en cursar un Grado. Cuatro años que han sido el compendio de toda una vida y que ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido, contemplamos aliviados. Sólo hay que teclear “Nada será igual COVID” en Google y pulsar el Enter, para caer en la cuenta de que sí, de que a pesar del catastrofismo de aquellos terribles días de silencio, todo sigue igual. Casi todo.