El Edificio de Correos (aka Palacio de las Comunicaciones de Valencia) está acogiendo estos días el rodaje de una superproducción de Bollywood. Los paquetes, cartas y postales, puestos de atención, oficinas administrativas, cintas de distribución y muelles de carga, en funcionamiento desde 1923 en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, hace tiempo que dejaron de estar presentes en el inmueble. La vida ha querido que el espacio haya adquirido nuevos usos y dueños. Y sí, es verdad, queda un “algo” logístico porque Correos mantiene una oficina de atención al cliente en el edificio, pero la actividad logística ha pasado del vestíbulo central a la parte lateral.
¿Os acordáis de lo que era entrar en el Edificio de Correos? Su monumentalidad y elegancia eran ejemplo del modernismo valenciano y símbolo del progreso que significaron las comunicaciones postales y telegráficas en las primeras décadas del siglo XX. ¡Qué ilusión me hacía llevar la carta de los Reyes Magos allí! ¡Ese buzón era el bueno! Seguro que los Reyes Magos se enteraban bien de lo que quería si salía desde allí mi misiva. He llegado a ir con mis sobrinos y entrar en la que fuera la sede de la principal compañía postal del país, con sus lámparas, cristaleras, esculturas, relojes, columnas... era increíble. Se hacía el silencio. ¿Esto es un museo tía? No, es Correos.
El hecho de que Correos tuviera que abandonar el espacio no hace más que confirmar cómo de lejos queremos ver a la logística de nuestras ciudades
El hecho de que el espacio, adquirido por la Generalitat hace un par de años, se transforme estas semanas en un gran plató de cine bollywoodiense me entristece un poco, no lo puedo evitar, porque, al final, el hecho de que Correos tuviera que abandonar el espacio no hace más que confirmar cómo de lejos queremos ver a la logística de nuestras ciudades.
Queremos que nos entreguen nuestros paquetes y recibir nuestras mercancías en casa, pero que los centros logísticos y de distribución estén fuera de nuestra vista. Que la estética urbana no quede manchada por unas furgonetas de reparto, mon Dieu...
Somos tontísimos.
Conocer cómo son los procesos que nos permiten disfrutan de nuestras compras debería ser obligatorio. ¿Sabéis esas excursiones que se programan en los colegios en las que te llevan a ver la fábrica de Coca Cola, de Danone, de Bimbo, etc. (poned aquí vuestras industrias de confianza que yo hablo de las que visité de pequeña viviendo en Valencia)? Pues deberían incluirse visitas a operadores logísticos, a centros de gestión del e-commerce y de picking. Quizás así valoraríamos más lo que tenemos y los extras que disfrutamos cuando compramos en nuestros retailers de proximidad.
Además, si viésemos cómo llegan algunos productos, a lo mejor no los consumíamos o (mejor) exigíamos más conciencia ambiental y social a quienes los producen.
Lo mismo entenderíamos que el transporte del e-commerce no es gratis y que siempre hay alguien que asume ese coste en la cadena logística. Siempre. Los eslabones de la cadena de valor deben estar bien pagados y ser reconocidos públicamente para que las nuevas generaciones quieran trabajar en el sector. Es que no hay otra.
Por cierto, y regresando al rodaje de la productora india en la Comunitat Valenciana, obviamente, participan varias empresas proveedoras valencianas, entre ellas las de transportes. Porque no hay actividad de ningún tipo (social, económica, sanitaria, cultural, investigadora, agraria, industrial, etc.) en la que no se necesite de la logística o el transporte en algún momento. La logística atraviesa nuestras vidas. Pongámosla en valor. Exijámoslo.