Habida cuenta de que el ser humano precisa referentes, luces que le indiquen el camino, no hubo más remedio que entregar a alguien el relevo, la bandera caída. Ya anunciamos que, en cierto modo por eliminación, las asociaciones empresariales, determinados empresarios, habían tenido que coger ese testigo, queriendo o sin querer. Recuerdo que hace años comenté este enfoque directamente con Vicente Boluda, presidente de AVE y de la Asociación Naviera Valenciana, y me negó la enjundia de ese nuevo rol. Me vino a decir que no, que el empresario debía llamar la atención sobre algo y que eran los políticos los que debían encargarse de todo lo demás. Pese a venir ese criterio de una persona a la que cada día admiro y respeto más, no me acabó de convencer. Hoy, años después, el empresariado logístico ha seguido creciendo en su rol de “influencer”, en parte por sus acciones y en gran parte por el inmovilismo o la negligencia de la clase política. En ese tiempo las asociaciones sectoriales han ido asumiendo, sin complejos, el rol de responsabilidad que otros han dejado de lado o, directamente han pisoteado. Y lo han hecho queriendo, sin querer, o sin darse cuenta, pero siempre porque no quedaba otra. Vicente, AVE, Juan Roig, aunque se enfaden con esta afirmación, pueden tener más influencia en nuestro futuro que los políticos de turno. Si el Corredor Mediterráneo no hubiera contado con su poder de convocatoria, sus recursos y su convencimiento, probablemente no se haría, se haría más tarde o se haría peor. Sin su paso adelante, el viaje entre los dos principales nodos logísticos de este país, Barcelona y Valencia, costaría una hora más y los políticos no tendrían quien les dijera que sus informes anti infraestructuras son una vergüenza. Estos empresarios, más conocidos en España que los ministros, consejeros o concejales, son los únicos que pueden generar opinión con tanta fuerza como los políticos. Sea o no sea por voluntad propia, a los representantes empresariales no les queda otra que, en ciertos casos, tirar del carro del progreso sostenible. No hay otro camino. Y cuando hablo de representantes empresariales, me refiero a portavoces de la empresa no solo de la patronal. Por tanto, los sindicatos son también representantes de la empresa. Y sí, la batalla, la defensa del empleo sostenible y el progreso, se construye con el paso delante de los grandes o muy grandes empresarios, pero también de los responsables de las asociaciones gremiales o multigremiales y de los sindicatos. No hablo de líderes. Hablo de responsables. Si las luces políticas que nos han de guiar están tenues o fundidas, no queda otra que defender el pan y la sal a través de nuestras organizaciones. Y cuanto más alta la representatividad y el poder de esas asociaciones, más alta será la responsabilidad. No es posible ser el presidente de una gran asociación o sindicato y callar o mirar para otro lado cuando los intereses de tus asociados se atacan o no se defienden en su justa medida. Sobre todo cuando no hay nadie más que asuma ese rol. Siempre ha sido mayúscula la responsabilidad que cae sobre el mundo empresarial bien entendido. Desde hace tiempo, y cada día más, esa responsabilidad no ha dejado de crecer, no tanto porque se haya ampliado, como por la dejación de responsabilidad de otros. La buena noticia es que hoy en día, por fin, ni empresarios ni sindicatos logísticos se callan. A seguir así. Y más.