Los últimos años no han sido fáciles para las terminales de contenedores. A la irregularidad de los tráficos a la que tuvieron que hacer frente tras el estallido de la pandemia sanitaria, se sumó hace dos años el descenso en los flujos de carga que gestionaban como consecuencia de la crisis internacional provocado por la guerra en Ucrania. Ahora, con la crisis del Mar Rojo, mientras unas ven cómo sus tráficos se quedan en la mínima expresión como consecuencia de la reorganización de las rutas de las navieras, otras tienen que adaptar sus operativas de manera casi diaria al recibir buques y miles de contenedores que antes pasaban de largo.
Esta situación, a priori no muy positiva, debe ser considerada por las empresas como una ocasión inmejorable para que los operadores portuarios puedan ahondar en los procesos de transformación digital en los que están inmersos, conscientes de que será esa revolución tecnológica la que les aporte la flexibilidad y capacidad de reacción necesaria para poder hacer frente a esa sierra en la que se ha convertido el comercio marítimo internacional. Esa digitalización no sólo va a servir para que la gestión y operaciones que se desarrollen en las terminales de contenedores sea más eficiente, sino que supone allanar el camino hacia esa automatización a la que inexorablemente se ve abocada el sector si no se quiere quedar apeado del mercado. Esa automatización, no lo olvidemos, no puede suponer la simple sustitución de personas por máquinas, sino que debe servir para crear puestos de trabajo altamente cualificados.