Me emociona escuchar “Mediterráneo” en la voz de Joan Manuel Serrat, como la última vez en directo en su concierto de despedida en Bilbao el año pasado. Y no me hago aún a la idea de que el “noi de Poble Sec” no volverá a cantarla de nuevo sobre un escenario. Al menos, tengo enmarcado el “set list” de aquel día, un folio arrancado al pie de su micrófono con el repertorio impreso, donde “Mediterráneo” abre la memoria sonora de toda una vida.
Y a veces me pregunto cómo de intensa sería esa emoción si, en verdad, mi niñez hubiera jugado en sus playas, o si en mi piel tuviera el sabor amargo del llanto eterno que vertieron sobre él cien pueblos, de Algeciras a Estambul . Pero lo que en verdad yo desearía es que Serrat hubiera nacido en Bermeo o en Santoña, en Cudillero o en Barreiros, y que en vez de “Mediterráneo” hubiera cantado “Cantábrico”. Porque yo, nací en el Cantábrico. Que es también una identidad compartida, pongamos que desde el Cabo Ortegal, en A Coruña, hasta el río Adour en Baiona, en el País Vasco-Francés.
Por eso, la imagen de unión que proyectaron ayer los presidentes de las comunidades autónomas de Galicia, Alfonso Rueda; Asturias, Adrián Barbón; Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y Euskadi, Íñigo Urkullu (el presidente de Nueva Aquitania, en Francia, Alain Rousset, apoya también la iniciativa) puede suponer un punto de inflexión en las relaciones entre estas regiones atlánticas que tienen en el transporte ferroviario su gran asignatura pendiente para su vertebración territorial y su conexión con Europa.
La puesta en escena realizada ayer en Vitoria-Gasteiz por los cuatro presidentes es un aldabonazo en la conciencia de España y de la Unión Europea para que el Atlántico sea tenido en cuenta y reciba un tratamiento acorde a su relevancia social, económica y estratégica en las políticas públicas y en el reparto de fondos públicos.
No existen muchos casos de políticos haciendo política real y sin partidismos, como el protagonizado ayer por un representante del Partido Popular de Galicia, uno del Partido Socialista de Asturias, uno del Partido Regionalista de Cantabria y uno del Partido Nacionalista Vasco; todos ellos alineados en la defensa de intereses comunes, del progreso y el bienestar de una amplia región considerada “periférica” y que no ha recibido la atención que seguramente merecía.
La designación por parte del Gobierno de España de un Comisionado para el Corredor Atlántico en la persona de José Antonio Sebastián, un profesional con un perfil marcadamente técnico y con una profunda experiencia en el transporte ferroviario de mercancías, viene a corregir un déficit que el Atlántico venía arrastrando desde hace años, bien por desatención externa o por inacción propia.
El nuevo “lobby atlántico” alumbrado ayer en Ajuria-Enea no aspira a competir con el Corredor Mediterráneo, que cuenta con un comisionado desde el año 2018 (en la actualidad, Josep Vicent Boira), sino que se trata de una apuesta que “suma”, como dijo Urkullu. “No tenemos otro afán que el de resaltar nuestras peculiaridades y que la UE no desplace su eje sólo hacia el Este sino que lo haga también hacia el Oeste, que es donde está la Península Ibérica”. O como dijo el asturiano Barbón, “no competimos con el Corredor Mediterráneo, sólo defendemos un avance paralelo”.
El Cantábrico cuenta desde ahora con una voz propia que desea empastar y armonizar con la voz Mediterránea, mientras Francia, atlántica y mediterránea por igual, parece no tener prisa en arrancarse a cantar. A todo esto, ¿quién dirige este coro?