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(Casi) todo es logística

  • Última actualización
    04 junio 2024 05:20

Con el estallido de la pandemia sanitaria, hubo muchísimos “expertos” que consideraron que la globalización, tal y como la tenemos concebida hoy en día, había acabado. Para estos nuevos gurús llegaba el momento de repensar las relaciones internacionales a nivel político y económico. Hubo incluso quien llegó a predecir que el comercio marítimo en particular, y la logística a nivel general, estaban destinados a desparecer, que con el desarrollo de la impresión en 3D cada ciudadano, en la comodidad y seguridad de su propio domicilio, podría fabricar en vivo y en directo todo aquello que necesitara, desde un tapón para una botella hasta cualquier pieza de cualquier electrodoméstico. El que escribe estas líneas lo oyó de boca de un representante político no hará mucho tiempo. Créanme, no les miento.

Pero la realidad se ha encargado de desmentir todos estos mantras. Es lo que tiene lanzar mensajes vacíos de contenido y sin ningún tipo de argumentación o dato que los sustenten: el más mínimo atisbo de realidad desmonta el castillo de naipes en el que se ha convertido ese discurso cuyo pilar es la demonización de un sector tan importante y esencial: el comercio marítimo sigue siendo la forma más masiva y eficiente a la hora de mover mercancías de un punto a otro del mundo, y el camión va a seguir siendo vital para conectar centros productores y clientes porque, por el momento, no hay aeropuertos en cada polígono industrial ni el ferrocarril llega a cada fábrica en este país.

Quien más y quien menos sabe por definición que la actividad logística ha sido, históricamente, de todo menos tranquila. Siempre ha habido disrupciones, siempre ha habido problemas a los que adaptarse, siempre ha habido cuellos de botella aquí o allá, y siempre ha habido tiras y aflojas entre los diferentes eslabones de la cadena logística. Las incidencias en las cadenas de valor han existido desde el inicio de la globalización. Y me atrevería a decir que desde el inicio de los tiempos, porque convendrán conmigo en que en el momento en que nació el comercio, nació la logística. Y desde entonces en estas estamos.

Si para una cosa debe servir la edición de este año del SIL es para que el sector saque pecho y se reivindique

Esta semana, el Salón Internacional de la Logística abre sus puertas. Y lo hace con el orgullo de haber llegado a su vigesimocuarta edición, una edición donde se va a concentrar la oferta logística de todo el país. A lo largo de tres intensos días está prevista la presencia de más de 15.000 profesionales de 91 países diferentes, que van a poder conocer de primera mano las propuestas de más de 650 empresas, un 40% de ellas internacionales, y donde el networking se va a convertir en el verdadero protagonista. El lema de este año reza “Somos el sector que conecta el mundo”. En un momento en que la logística está en entredicho, no puede ser más acertado. Porque, si para una cosa debe servir la edición de este año del SIL es para que el sector saque pecho y se reivindique: ante la administración, ante sus clientes, pero, sobre todo, ante los que mantienen que sin logística el mundo seguiría girando tal y como lo hace hoy en día.

Seríamos unos necios si no reconociéramos que no hay nada que mejorar, si pensáramos que todo está bien como está, si decidiéramos que no hace falta repensar muchos de los procesos que hemos heredado de épocas anteriores. El mundo de hace 20 años no es el mismo que ahora, y por lo tanto la logística no debe ser la misma. El sector ha evolucionado, y debe seguir haciéndolo para seguir reduciendo su impacto en el entorno. Pero, sea como sea, la logística seguirá estando ahí. No diremos que todo lo que nos rodea es logística, pero casi.