Tal vez los más veteranos recuerden aquel concurso de televisión en que dos concursantes mostraban su rapidez mental con las cifras y su creatividad con las letras para formar palabras. Hace ya 30 años desde que Elisenda Roca presentara Cifras y Letras en La 2 y ahora TVE recupera el programa diez años después de su última emisión en varias cadenas autonómicas.
La fórmula del éxito del concurso está escrita en nuestra propia naturaleza. Somos cifras y letras. Cero e infinito (aunque, stricto sensu, no es un número, sino un concepto). Alfa y Omega. En esta dualidad vivimos y existimos. Yo propondría a la dirección del programa una revisión del concurso para que incluyera una prueba en la que los concursantes pusieran letras a las cifras. Es decir, que explicaran con palabras su interpretación de una cifra concreta extraída de una estadística cualquiera, por ejemplo.
Estoy convencido de que los políticos se llevarían el premio gordo, el superbote del concurso. “Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”, dicen que dijo Arquímedes. Denle una cifra a un político y construirá todo un relato para justificar cualquier acción o posicionamiento ante un hecho concreto, sea la evolución del paro, del PIB, del IPC o de las reservas de agua de los pantanos. Lo mismo da.
En esta era del Big Data, que trasciende la estadística tradicional y se ha transformado en la nueva materia prima de las empresas y las organizaciones, se hace imprescindible no fiarlo todo a los algoritmos y más necesario que nunca buscar explicaciones y encontrar respuestas en el análisis de las múltiples causas que dan origen a las cifras. Hay que poner letra a las cifras, como quien pone letra a la música.
En esta era del Big Data se hace necesario no fiarlo todo a los algoritmos, sino buscar explicaciones y encontrar las respuestas
Estos últimos días, las diferentes autoridades portuarias del sistema portuario estatal de interés general están llevando a cabo su particular labor informativa-pedagógica-justificativa a partir de las estadísticas de tráfico del ejercicio 2023. Ya lo hizo el pasado viernes Puertos del Estado con una nota de prensa en la que cifraba en un 3,3% el descenso del tráfico portuario del conjunto de los puertos españoles respecto al año 2022 . Una caída que califica de “desaceleración” en los tráficos atribuible a diversas tensiones internacionales, como la guerra de Rusia y Ucrania, el conflicto bélico en Oriente Medio y las afecciones al comercio marítimo por la crisis del mar Rojo.
Es cierto que se trata de balances preliminares que tratan de explicar la realidad a grandes rasgos y no priman la exhaustividad de los datos ni ofrecen interpretaciones en profundidad que requerirían de análisis más detallados y completos. En cualquier caso, ello no debe servir de excusa a las instituciones portuarias para parapetarse en las cifras positivas y evitar, cuando corresponde, la autocrítica por las cifras negativas.
De todos modos, dadas las excepcionales circunstancias por las que atraviesa el transporte marítimo y la cadena de suministro global, con una situación geopolítica que amenaza incluso con empeorar, hay que situar la caída del 3,3% del tráfico portuario en perspectiva y recurrir a otros indicadores, de tipo económico, social, ambiental, etc. para acercarse a la realidad del sistema portuario español.
Y para que las cifras y las letras sean una misma cosa.